Olatz Barriuso-El Correo

  • Pradales puede aprovechar su buena relación con Sánchez para hacer palanca

Sorprendió Imanol Pradales en su primer Aberri Eguna como lehendakari, en abril pasado, cuando, en tono inflamado, avisó al «Estado jacobino y centralista» de que no permitirá una Euskadi «subordinada» a Madrid. «Piensan que el Estado se reduce a su capital e intentan drenar lo que ellos denominan ‘periferias’ o ‘provincias’», clamó, en un alegato contra la concepción radial del Estado. En un tono algo más institucional, ajustado al ‘Foro Agenda Atlántica’ en el que participó junto al presidente gallego Alfonso Rueda, el lehendakari insistió ayer en resistirse a la fuerza centrípeta de Madrid, hasta el punto de hacer de esa rebeldía contra el poder tractor de la villa y corte una de las ideas centrales de su discurso. «No es inteligente políticamente» ni favorece la cohesión territorial, advirtió, con el ejemplo en la cabeza de países netamente descentralizados como Alemania o Italia.

El mensaje de Pradales en el coloquio -que no replicó el popular Rueda, correligionario de la lideresa madrileña Isabel Díaz Ayuso- remite, en cierta medida, a aquel aldabonazo de Urkullu contra el ‘dumping’ fiscal de Madrid, al que culpaba, entre otros factores, de la pérdida de competitividad de Euskadi. Las intervenciones de los presidentes vasco y gallego dejaron claro este jueves, sin embargo, que no se puede buscar un único culpable del riesgo que corre el Eje Atlántico, frente a la pujanza del Corredor Mediterráneo, de quedar descolgado en una Europa que bascula cada vez más hacia el Este su centro de gravedad. La desesperante lentitud de las obras para garantizar las conexiones ferroviarias -la España a dos velocidades-, los intereses de Francia, los problemas de potencia eléctrica y el acelerado envejecimiento de la población son solo algunos de los obstáculos con que se encuentran las comunidades cantábricas para revertir una tendencia que exige tejer complicidades no sólo con los vecinos más cercanos sino con países como Irlanda o Alemania y por supuesto también con los poderes que operan en Madrid. Por mucho que, desde la óptica estrictamente nacionalista, el discurso de resistencia ‘antijacobina’ resulte tentador.

En ese sentido, resultó esperanzador constatar que aquel ‘lobby del Norte’ que impulsó Urkullu en 2023 sigue vivo y con ganas de dar guerra y que, como avisó Rueda, tiene claro que debe ponerse las pilas porque el eje Valencia-Málaga lleva años haciendo presión. Es evidente que el motor del cambio no está solo en Madrid, también en Bruselas. Aun así, Pradales está en posición de aprovechar su «fluida» relación con el Gobierno de Pedro Sánchez -Rueda se quejó jocosamente de que los ministros no le avisan cuando van a Galicia- para hacer palanca. Muy estimulante resultó también la idea de la capacidad de derribar muros de las autonomías periféricas frente a la «trituradora» capitalina. «En Madrid te drenan hasta la moderación», lamentó el lehendakari, convencido de que hay otra manera de hacer política en la que se puede acordar con personas «razonables y moderadas» independientemente de su obediencia de partido. Propuesta: hace falta otro ‘lobby’ para lograr eso.