Iñaki Ezkerra-El Correo
La lectura tiene insólitos enemigos y algunos se están empleando a fondo desde hace años en sabotear la emblemática Feria del Libro del Retiro. Circula la teoría de que hay un plan verde para que editoriales y libreros se lleven a otra parte los libros que llenan esos jardines por estas fechas. Desde hace varias ediciones, se prohíbe la megafonía que informaba de las casetas en las que los autores firman ejemplares. A alguien se le ocurrió la genial idea de que el mero sonido de esos nombres y apellidos a través de los altavoces estresaba a la fauna y flora. También se prohíbe allí la música aunque sea clásica y amanse a las fieras. Todos los años surge una absurda prohibición, una arbitraria restricción, un nuevo veto que mina alegría a esa cita y contribuye a hacer de ella un homenaje al cine mudo; una fiesta lacónica, silenciosa, triste.
Lo último ha sido cerrar la Feria del Libro el mismo día de su inauguración. Se abrió la mañana del viernes, 30 de mayo, para que el alcalde Almeida se sacara fotos junto a la Reina y, cumplida la misión, se clausuró por la tarde. Las explicaciones que se dieron de tan drástica medida son entre confusas y estrafalarias: una rama que se cayó de un árbol en Carabanchel (a 7 kilómetros de El Retiro) y lesionó gravemente a un joven, un «amenazante calor» cuya víctima más reciente data de agosto de 2024 en el distrito de Usera (a 4 kilómetros del célebre parque). La Agencia Estatal de Meteorología anunció rachas de viento que alcanzarían los 55 kilómetros por hora, pero en toda la jornada no se movió ni una hoja. También auguró severos golpes de calor inexistentes. Lo que no se acaba de entender es por qué éstos eran más temibles para los que compran libros que para los que toman copas en las terrazas. La del chiringuito de Vips tuvo un trato VIP en efecto: permaneció abierta sin problemas.
¿Qué tienen los bibliófilos en su fisiología que les hace más sensibles al clima que los analfabetos? La dirección de la Feria pidió disculpas, pero el sábado, 31, la AEMET volvió al ataque anunciando un temporal que no llegó nunca y que aplazó una hora la apertura de la Feria. A día de hoy los titulares de las casetas se temen cualquier sorpresa. Están secuestrados por el hombre del tiempo.
A la teoría del complot se suma la del miedo cerval a la acusación de negligencia e incumplimiento de los protocolos que asolaría a los cargos oficiales; una suerte de ‘síndrome postdana valenciana’ que los hubiera vuelto aprensivos y que afectaría tanto a la AEMET como al equipo municipal de Almeida. Yo les aconsejaría a todos ellos que lean el relato del pastorcillo mentiroso: el que amenazaba con que venía el lobo y al que nadie hizo caso cuando el lobo apareció de verdad. En la Feria seguro que hay alguna edición para niños sobre esa fábula de Esopo.