EL MUNDO 30/10/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
Se veía venir. Perdida toda esperanza en la política, el PSOE se ha refugiado en las bellas artes por vía de la performance. Odón Elorza, un suponer, que acaba de registrar una proposición no de ley en el Congreso para exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos.
La ocurrencia no es suya, claro, sino de aquella comisión que creó Zapatero para ver qué se podía hacer con el Valle. La cosa estaba entre dinamitarlo y la propuesta que ha actualizado Odón: enterrarlo en otro sitio y darle la osamenta a la familia para que planten su muerto en un jardín privado. No se les ocurrió la frase que remataba algunas de las lecturas pías de mi infancia nacional católica, en las que se exponía el final de un depravado con apariencia de virtuoso: «Y echaron su cuerpo a un muladar». A Primo de Rivera sí le dejarían quedarse, pero moverán sus huesos para que esté en condiciones de igualdad con el común de los mismos muertos sin remedio y con fosa, que habría escrito aproximadamente Miguel Hernández. Tiene su aquel. El partido que creó un Ministerio de la Igualdad y promovió toda clase de desigualdades entre los españoles vivos: por razón autonómica; por razón de sexo ante el código penal; por la edad de jubilación, etcétera, quiere hacer iguales a quienes lo son inevitablemente: los muertos ante el protocolo.
Estas cosas lucen más en aniversarios redondos. Odón Elorza debió esperar a 2015, el 40º aniversario del óbito esperado. Al cumplirse los 30, en la apoteosis del zapaterismo y del tripartito en Cataluña, Joan Saura hizo su performance en Vilafranca, ¿comprenden? Hizo instalar un busto del caudillo en el Museo del Vino, una mesa y un libro en blanco para que todo antifranquista sobrevenido escribiera en las narices del dictador «aquello que no le pudo decir a causa de la censura, del miedo, de la obligación de callar», invitaban los folletos. También podía uno ponerse en jarras y completar lo escrito con desplante oral: «Anda, móntame un consejo de guerra. ¿A que no hay huevos?».
El 40º aniversario podría basarse en la idea de Saura y otras aportaciones posteriores. Ese genio Merino que llevó a Arco una escultura de Franco encerrada en un frigorífico de Coca-Cola, o tal vez los propios huesos del dictador. Felipe González dijo que él se negó a brindar aquel 20-N. Tenía razón; a mí, como a tantos otros, el antifranquismo se me diluyó con el paso de los meses, y no digamos de los años, y supongo que el de Felipe González. Hoy, la única añoranza del dictador es la que cultivan los sobrevenidos.
Para el PSOE en realidad era un macguffin: la moción de UPyD para que el Congreso rechace el derecho a decidir, con el fin de impedir que «una parte de la ciudadanía pueda decidir sobre la organización territorial del Estado».
Era un problema para el PSOE votara lo que votara: en su relación con el PSC en caso afirmativo, o con los votantes españoles si votaba que no (táchese lo que no proceda). Sacar el debate de los huesos de Franco sirve para llamar la atención y embarrar el campo. Para decorar el caos con un poquito de gilipollez.