LUIS VENTOSO – ABC – 24/07/16
· ¿Está mudando internet los comportamientos morales?.
Un alemán de 18 años, de origen iraní y al parecer de ideas ultras, irrumpe en el aburrido ocio estival de un centro comercial de Múnich, mata a tiros a nueve personas y luego se suicida. Solo tres días antes, un refugiado afgano de 17 años ataca con un cuchillo y un hacha a los viajeros de un tren bávaro. Todo esto sucede con la herida de Niza todavía supurando. Antes, un joven francotirador abate a cinco policías en Dallas. Y antes, y antes… Un goteo constante, siempre con el mismo patrón: varones jóvenes, de vidas solitarias, súbitamente radicalizados y que explotan en sanguinarios brotes de violencia nihilista. Esgrimen un fanatismo ideológico nada elaborado, pero que prende como gasolina en sus mentes frágiles (o criminales, o abiertamente psicóticas).
Alguna vez le he escuchado contar a un amigo la historia de un pandillero que mató a cuchilladas a otro y se quedó perplejo al ver que la víctima yacía inerte y no se levantaba: «Yo pensaba que iba a ser como en los videojuegos…», balbucía el agresor. Realidad virtual. Todo se reinicia con otra partida. No sé si la historia es apócrifa o real, pero invita a pensar.
Internet ha supuesto un cambio fabuloso: toda la información y el entretenimiento al alcance de un roce de dedo. Internet es un milagro: el final del aburrimiento gracias a un simple teléfono lleno de juegos, vídeos y canciones, la oficina siempre encima para atender a cualquier imprevisto, las noticias en la palma de la mano, la posibilidad de cartearse al instante con tus afectos (recuerdo, con tenue añoranza, que cuando era joven, esperanzado y sentimental me pasé unos meses en Canadá y mis esmeradas cartas a mi novia tardaban siete días en llegarle).
Pero el regalo de internet es como La Fuerza de George Lucas: hay un reverso tenebroso. En contra de lo que suponemos, podría resultar que no todas las psiques están preparadas para recibir y procesar tal aluvión de información. En casos de uso muy compulsivo, la red te aleja de la realidad tangible, esa que suda, ríe, ama y sufre. La red puede deshumanizarte. Los amigos y consejeros son virtuales, enmascarando muchas veces las más lacerantes soledades. Los lazos de empatía con los otros seres humanos se difuminan en los largos encierros con tu ordenador, o abismado en tu móvil. El odio galopa por las redes sociales (y por ahora sale gratis).
Las salvajadas que estremecen al mundo son jaleadas por hordas de alienados. Las ideologías asesinas predican a través de las plataformas de Palo Alto y prenden en cabezas embotadas por el odio a todo, que imaginan que sus propias vidas son una colosal película de acción y venganza. Muchas veces las figuras paternas se han desentendido de su labor de ejemplo y vigilancia; o trabajan demasiado, o demasiado poco. La pantalla –donde parpadean lo bueno y lo más avieso– suple a la antigua conversación familiar de comidas y cenas.
Los referentes morales se evaporan y el oportunismo extremista ocupa su lugar con formulaciones dogmáticas de digestión fácil. El mal se banaliza. Los atentados más bárbaros se copian, en una carrera infernal por perpetrar la atrocidad más horrenda.
Todavía no sabemos qué. Pero algo nos está pasando.
LUIS VENTOSO – ABC – 24/07/16