Santiago González, EL MUNDO, 11/6/12
Alguien debió de llevar la necesaria cordura a La Moncloa después del anuncio de Luis de Guindos sobre el rescate de la banca española anunciada ayer. Como si hubiera leído el necesario artículo de Victoria Prego. El presidente del Gobierno subsanó su lamentable mutis del sábado y, antes de viajar a Polonia para ver el partido inaugural de La Roja, se hizo carne mortal para los medios de comunicación.
España vuelve a encontrarse con el diccionario, con la falta de un lenguaje común que nos permita interpretar los hechos de manera unívoca. El presidente anunció que no pensaba enredarse en un debate nominalista, aunque lo hizo al evitar llamar a las cosas por su nombre. El Gobierno huye de la palabra rescate, mientras la otra España abusaba de la sinécdoque, ese tropo de tomar la parte por el todo, que hasta tiempos muy recientes creíamos un vicio privativo de los nacionalistas: decir «Europa rescata a España», donde debía de- cirse «Europa rescata a la banca española».
No es lo mismo. España no es Grecia, al menos de momento. En algo tenía razón el presidente: pudo haberlo sido y, aunque no podemos tener la garantía de no serlo en el futuro, el riesgo se ha alejado de momento.
De las palabras del Gobierno podría deducirse que el rescate bancario –o, por decirlo en los términos de Rajoy, la «apertura de una línea de crédito para nuestro sistema financiero, (…) con el objetivo de recuperar la solvencia de las entidades financieras españolas que lo requieran»– era uno de los misterios gozosos del Rosario, y eso tampoco es. No merece un transporte místico, pero sí un suspiro de alivio. No es una buena noticia, pero de entre todas las malas noticias posibles, ésta era la menos mala, sobre todo si pensamos en que podríamos haber llegado a pelo a las imprevisibles elecciones griegas. Es, también, una de las decisiones más inteligentes que podía tomar la UE a favor de España y también del futuro del euro y de la propia Europa.
El rescate de la banca tiene, por otra parte, un aspecto positivo. Los ojos de Europa van estar clavados en nuestro sistema financiero y eso quiere decir que ya no será posible el alegre ludibrio de las cajas de ahorros, esa infraestructura financiera que sustentaba los sueños faraónicos de una clase política menestral. Se acabaron los dirigentes políticos y sindicales en los consejos de administración de las cajas. No habrá aeropuertos como los de Castellón, Córdoba y Ciudad Real, puertos deportivos sin barcos y proyectos como el de Isla Mágica, que en su propio nombre evocaba fantasías. Habrá un día en el que podamos arreglar las cuentas de todo este carajal, del inacabable festín con un dinero público que no era de nadie y caía del cielo, como el maná. De momento, el rescate de la banca es la mejor de las malas noticias. Uno, para ser sincero, habría deseado un poco más de intervención, la justa para que los hombres de negro intervinieran el desahogo autonómico que en los últimos días han llevado al lehendakari vasco a anunciar su pase foral respecto a los recortes, y al presidente andaluz a pedir 25 escaños más en su Parlamento, como si tuviera pocos pesebres. No sé yo si mi Mariano va a poder con éstos.
Santiago González, EL MUNDO, 11/6/12