- Ni una iniciativa, ni una explicación, ni una medida para hacer frente a una situación cuyo deterioro se hace creciente por momentos
De forma cronológica, venimos asistiendo a una bola de nieve creciente día por día con el efecto de mostrar que el malestar social se ha instalado de forma transversal, grave y permanente en la sociedad española.
Por días, el lunes 14 de marzo se ponía en marcha una huelga del transporte, desencadenada por una asociación minoritaria de ese sector con motivo de los precios explosivos de los costes de combustible.
Pues bien, con motivo de esa huelga, el presidente del Gobierno anunció el mismo 14 de marzo en una entrevista televisiva, que se reduciría la carga fiscal sobre productos energéticos y de combustible… en una decisión que se demoraba inexplicablemente quince días más, hasta el 29 de marzo. Entretanto, ha habido sectores del gobierno que han venido arremetiendo en estos días pasados contra la huelga del transporte llegando a calificar a sus actores como personas al servicio de los objetivos de Putin (?); o a tildarlos de gente de extrema derecha; o a calificarlos de minoritarios.
No parece que soliviantar los ánimos sea buena receta. Así ha sido, con el efecto de que la bola de nieve se ha ido incrementando por días. No sólo otras asociaciones de transporte se han sumado a la huelga. El desabastecimiento se convierte en un fenómeno al alcance de cualquier ciudadano que acuda a las tiendas de comestibles: la leche, el aceite de girasol, el pescado, con las flotas de bajura amarradas, son ya sectores alcanzados por una situación de desabastecimiento. Ignoramos hasta dónde llegarán las cosas, a falta todavía de casi una semana para que el presidente del Gobierno tenga a bien anunciar qué medidas piensa adoptar en orden a reducir la carga fiscal sobre productos energéticos y de combustible. Aquello que ya se ha hecho desde hace días en otros países vecinos a nosotros tales como Francia, Portugal, Italia, Bélgica, Alemania, entre otros.
Con un retraso de cortos días a partir de aquel 14 de marzo, el viernes 18 de marzo la sociedad española quedó asombrada ante la noticia de que España variaba su política internacional con Marruecos en relación con el Sáhara Occidental. Decisión furtiva y opaca, conocida por la filtración parcial de una carta dirigida por el presidente del Gobierno al rey de Marruecos, que ha traído como inmediata consecuencia la solicitud de todas las fuerzas parlamentarias para que el Presidente comparezca ante el Congreso de los Diputados a explicar tamaño giro en la política internacional de España. Dos días después, el domingo 20 de marzo, Madrid era tomada por cientos de miles de personas, ganaderos, agricultores, regantes, cazadores, asolados por una crisis y unos costes que les conduce a la ruina.
Es imposible mantener una pretendida actitud de Gobierno cuando en cualquiera de las grandes áreas es visible el desacuerdo radical entre los dos socios de Gobierno,
Es el tiempo de una semana, siendo imposible saber qué acontecimientos próximos se puedan desencadenar para objetivar un malestar social de proporciones que se hacen crecientes por días.
Tamaña pasividad por parte del Gobierno, incapaz de anunciar una sola medida, debería servir para poner punto final a una coalición insostenible, que alcanza al PSOE y a Podemos, esta última enredada en cuitas internas que hacen pronosticar su descomposición. Sencillamente, es imposible mantener una pretendida actitud de Gobierno cuando en cualquiera de las grandes áreas es visible el desacuerdo radical entre los dos socios de Gobierno, sea la OTAN, el incremento de gastos de defensa, la negativa a reducir la carga fiscal, el cambio ahora en política exterior en relación al Sáhara Occidental, o lo que toque. Sí, decididamente, en el seno del Gobierno existen dos gobiernos distintos, a los ojos de todo el mundo, de todas las cancillerías de nuestros países aliados, tanto la Unión Europea como la OTAN. Pero apostamos a que Podemos no romperá la coalición de gobierno, que preferirá mantener su posición a todas luces inane e intrascendente, porque fuera de esa coalición hace mucho frío. Y dentro, se desconoce por completo la utilidad de su presencia, si alguna vez la tuvo.
Es imposible gobernar en esas condiciones, con una agenda tan alejada de las necesidades reales de los ciudadanos. La sensación de que el Gobierno se encuentra desbordado por las circunstancias es ya alarmante. Ni una iniciativa, ni una explicación, ni una medida para hacer frente a una situación cuyo deterioro se hace creciente por momentos. Pero no se trata solamente de la acción de un Gobierno; tampoco es admisible que la oposición se ponga de perfil, denegando sistemáticamente cualquier iniciativa que venga del Gobierno. De esto ya tuvimos bastante, al punto de conducir a una crisis de liderazgo en el Partido Popular, empeñado en hacer una oposición de tierra quemada desde el inicio de esta deplorable legislatura. No es eso lo que reclamamos los españoles.
Lo que es seguro es que esos grandes consensos son imprescindibles si no queremos perder para España una oportunidad que se mide en términos de generación
Por eso, de lo que se trata es de requerir a los dos partidos centrales de nuestra escena política, el PSOE y el PP, a que se pongan de acuerdo en alcanzar los grandes consensos nacionales que España demanda. Sea en empleo, en economía, lo que es seguro es que esos grandes consensos son imprescindibles si no queremos perder para España una oportunidad que se mide en términos de generación. Recordemos dónde estamos, con unos presupuestos irreales para este año fundados en un crecimiento del 7% del PIB, a todas luces inservible. Con un incremento de la deuda pública fuera de control, como lo está la inflación, o los precios energéticos, o de combustible. No se trata, necesariamente, de promover grandes coaliciones o gobiernos de concentración. Se trata de poner manos a la tarea, con urgencia y sin demora.
Se trata también de tomar nota de cómo se gobierna en los países vecinos de la Unión: desde Portugal, pasando por Italia, por Alemania, o por Francia. Países todos ellos donde la arquitectura institucional funciona, en el caso de Portugal, gracias a la mayoría absoluta del partido socialista. En otros casos, Italia y Alemania, gracias a amplias coaliciones que permiten poner en común los esfuerzos de los distintos. En Francia, lo veremos tras las presidenciales del mes que viene y las subsiguientes legislativas, gracias a la fuerza integradora del presidente Macron. En el norte de Europa, donde son habituales las grandes coaliciones.
Es así que funciona la Unión Europea. La criminal invasión de Ucrania nos ha hecho ver cómo la Unión ha ganado en cohesión, como ha sucedido también con la OTAN. España no puede volver a quedarse atrás.