SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 03/12/14
· Al ver a Andreu Mas-Colell con el pendrive de los Presupuestos de 2015 se sentía uno invadido por la melancolía. Desde siempre había tenido yo a este hombre por un buen economista cuantitativo, de los que creen en un sistema de información perfecta y en la racionalidad instrumental de los individuos.
También me pasó con Solbes. «¿Cómo es posible?», me preguntaba al verle avalar con jerga profesional las ocurrencias de Zapatero y dar por buenos tantos disparates, por no hablar de aquel monumento al cinismo que fue su debate con Manuel Pizarro. Al final lo dejó escrito en unas memorias donde cuenta que él ya sabía, que avisó por escrito a Zapatero y que el presidente le respondió: «Pedro, este documento es inaceptable. Lo que propones lleva implícitas dos huelgas generales». Zapatero lo niega y es evidente que uno de los dos miente.
Mas-Colell es otro de esos tipos cuyo pundonor personal palidece al ser comparado con su lealtad al mando. Este virtuoso del equilibrio no ha renunciado a la columna vertebral de su pensamiento económico. La heterodoxia está en los procedimientos. El hombre ha cuadrado los Presupuestos a martillazos, con ingresos virtuales que nadie le ha prometido ni, menos aún, garantizado. Le faltan 2.500 millones, pero confía en que le llegarán de España. Sostiene el conseller que «no podemos reducir más los gastos. Los 2.500 millones tendrán que aparecer; si no, se pondrán en riesgo servicios públicos básicos». ¿Y qué son servicios básicos, si puede saberse? Pues los gastos en que han de incurrir para dotarse de estructuras de Estado. Tenemos que invertir más en la Agencia Tributaria propia para que en Cataluña no se escape de Hacienda ni la familia Pujol.
Un referéndum con urnas de cartón tenía que llevar a presupuestos virtuales. Si esto fuera una ocurrencia de Homs, el pobre, habría que arroparlo con un manto de piedad, pero oír a Mas-Colell que la responsabilidad de aprobar sus presupuestos es de España le hace a uno perder la fe en la dignidad humana. Recordarán al conducator catalán extendiendo los brazos como Moisés, versión Charlton Heston, sobre el Mar Rojo. La voluntat d’un poble, decía el cartel, y ahora hasta Mas-Colell confía en el maná, que cae del cielo.
Hace años, cuando Héctor Cámpora le calentaba la silla presidencial (y barría la Casa Rosada) a Juan Domingo Perón, exiliado en el barrio madrileño de Puerta de Hierro, se contaba en Buenos Aires una conversación apócrifa entre ambos. «Camporita, ché, ¿qué hora tenés?», preguntaba el líder, a lo que el interpelado respondía: «La que vos querás, mi general». Hay que esperar a que Mas-Colell escriba sus memorias.
SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 03/12/14