Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 25/9/12
Reformar la Constitución, ¿para qué? Otra vez hay que hacerse la pregunta, porque las propuestas de reforma vuelven a aparecer en medio del fregado político y económico nacional. No tenemos bastante con el paro, el rescate y otras desgracias, y hay que incorporar el ingrediente de una reforma constitucional. No se hizo para resolver el machismo de la sucesión en la Corona, porque hubo y hay miedo a que se cuele la revisión misma de la monarquía. Ahora reaparece con fuerza por diversas razones, casi todas territoriales: enderezar el rumbo autonómico; abrir a Cataluña la compuerta del pacto fiscal; meternos en la solución federal, o abrir todo un proceso constituyente, como piden los indignados que hoy pretenden rodear el Congreso de los Diputados.
Estos últimos no creo que tengan mucho éxito, pero crean opinión. Ante todo ello, hay que decir algo. Primero, que la Constitución es reformable, faltaría más. No es como los Principios Fundamentales del Movimiento, a los que Franco y su régimen consideraron inalterables. Los mecanismos para el proceso de reforma están previstos y, por cierto, son tan complicados, que parecen hechos para que ningún Gobierno se meta en ese berenjenal. Y menos, uno que tenga mayoría absoluta como el PP, porque el procedimiento lleva a la disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones. Si Zapatero no lo hizo cuando iba a reinventar España, mucho menos lo hará un señor tan cauto como Rajoy.
Segundo, que la solución federal es tan buena como cualquiera, y probablemente oportuna. Los socialistas son coherentes al propugnarla, porque en Cataluña siempre propusieron un «federalismo asimétrico». Maragall ha sido su principal abanderado, y ahora lo recuperan porque les parece una salida airosa frente al cerco en que los deja el independentismo sobrevenido del señor Mas. Ahora bien: habría que saber qué modelo se propone, porque si van a salir 17 Estados federales a imitación de las 17 autonomías, es mucho mejor dejar las cosas como están.
Tercero: antes de hacer nada y de calentar a la opinión con estas ideas, habría que preguntar a los nacionalistas vascos y catalanes si el federalismo calma y sacia sus aspiraciones o qué habría que hacer para saciarlas. Yo, desde luego, solo me apunto a la salida federal si nos garantiza por lo menos otros treinta años de unidad nacional. Reformar la Constitución para que los nacionalismos sigan con la misma insatisfacción, el mismo desapego, las mismas amenazas de independencia, es lo más tonto que se puede hacer. Y más todavía, en medio de una crisis que pone a España a las puertas de los seis millones de parados y tiene a su economía en la uci y a los más desprotegidos al borde de la rebelión.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 25/9/12