Han pasado ya 23 años desde el Pacto de Ajuria Enea. Cuatro veces han visto desde entonces las almas bellas actitudes inequívocas (y han oído voces). Al parecer, los tres fracasos anteriores no les han servido para ahorrarnos el cuarto que viene.
Brian Currin presentó ayer a su equipo con éxito notable, porque, apenas terminada su rueda de prensa, la portavoz del Gobierno vasco explicaba que no van a precisar de sus servicios y que ni siquiera piensan mantener una reunión con el abogado sudafricano y sus mediadores. Tampoco el Gobierno central parece mucho más entusiasmado que el vasco por las capacidades del sudafricano. El mismísimo Urkullu parecía echar de menos un poco de discreción hace dos meses: «Todos deberíamos hablar y especular menos sobre ETA, incluidos los mediadores internacionales».
¿A quién representa entonces? Los mundos de la paz son muy propicios para el oxímoron. Pluja seca (Lluvia seca) se titulaba un documental de Lokarri para TV3 a mayor honra y gloria de su maña para los conflictos. Pero, ¿cómo podrá mediar si una de las partes no acepta su ministerio? No importa. Con él nace el mediador unilateral, del que dijo con mucha precisión el vicepresidente Rubalcaba «el señor Currin parece más bien un mediador entre ETA y Batasuna. Su mediación se limita al campo de la izquierda abertzale».
Debe insistir. Empezar por limar aristas entre EA y Nafarroa Bai, por ejemplo. Después podría intentar la mediación entre el PNV y EA, entre la Ezker Batua post Madrazo y su escindida Alternatiba, que encabeza Oskar Matute y luego mediar entre los conjuntos resultantes. Currin no puede entender que si de algo tiene excedentes Euskadi es de mediadores y de txistularis. Desde muy antiguo, venían resolviendo la tradicional parquedad del personal autóctono en la lucha de los sexos concertando bodas. Gozó de justa fama un tal Arriaga, de Markina, que, amén de casamentero era ebanista y en el mismo servicio concertaba el himeneo y vendía el ajuar a la feliz pareja. Después vinieron los intermediarios tipo Juan Félix Eriz, que apañaban acuerdos entre los extorsionadores y sus víctimas a cambio de un porqué. De ambos modelos se deriva lo existente: la Fundación Carter que organiza bodas y procesos de paz, y Currin, más parecido a lo de Eriz, levemente más sofisticado.
Brian Currin y sus mediadores creen en la buena voluntad de ETA y animan al Gobierno a legalizar Sortu y revisar la ley antiterrorista y la política penitenciaria para corresponder. Es asombroso el número de portavoces que nos explican en estos días que ETA ya lo ha dejado: los mediadores, batasunos, una juez con mando en plaza, Eguiguren, periodistas, profesores universitarios, sociólogos, nacionalistas de condición variada. Todos hablan de la voluntad de ETA, menos la propia ETA, que el pasado noviembre se ratificaba: «Partimos de la base de que la estrategia político militar es incuestionable».
Han pasado ya 23 años desde el Pacto de Ajuria Enea: «Si se producen las condiciones para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad de poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, etcétera». Cuatro veces han visto desde entonces las almas bellas actitudes inequívocas (y han oído voces). Al parecer, los tres fracasos anteriores no les han servido para ahorrarnos el cuarto que viene.
Santiago González, EL MUNDO, 16/2/2011