La meta alcanzada por Batasuna el viernes pasado no debiera constituirse en precedente. Nos sumiríamos en el peor de los pasados. El tono amable y conciliador de Pernando Barrena con Zapatero amenaza con la imitación de la imagen amable de los nacionalistas irlandeses. Perverso procedimiento: primero terror y después el amable señuelo de la paz.
Este perfumado fruto madura a finales del estío porque su duro interior necesita de todo el sol y calor de la estación. Este año que hemos tenido sol sin piedad habrá acelerado su proceso adelantándose a los últimos calores de octubre, a los que los andaluces llaman el sol del membrillo. Fruta, por lo demás, poco demandada hasta poderla degustar en forma de dulce. Por lo general, los que usted vea será a la vera del camino pudriéndose rodeados de moscas y avispas sin que nadie los coja. Son membrillos.
Lo curioso de ese denominado sol del membrillo no es tanto su luz, sino sus profundas sombras, sombras que deslumbran. Antes de fecha, quizás, se ha hecho el membrillo permitiendo que Batasuna burle la ley, salga a manifestarse con toda tranquilidad por las calles de un Bilbao en fiestas, iniciando provocativamente su marcha en la puertas del PSE, emita su mensaje con todo desparpajo como si los demócratas de toda la vida fueran ellos, y tratando al presidente del Gobierno de tú a tú, como si el responsable de todo posible horror por venir fuera éste. Se ha hecho el membrillo y más de uno es un membrillo.
Desde las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao el portavoz de una coalición ilegalizada en todo el mundo democrático por su pertenencia a ETA echaba su reto a Zapatero, le exigía valentía para dejar las fórmulas del pasado que tan malas consecuencias han tenido, que se apartara del PP y de la extrema derecha y, como no podía ser menos, asumiera la voluntad de los vascos a decidir su futuro. La verdad, parecía que el demócrata fuera él y los opresores, el resto, que la democracia está de su lado y que la coherencia, ayudada por el hecho de que se manifestaba con toda impunidad, era parte de su patrimonio político. Un gran día de gloria porque no solo se había burlado la ley, sino que se había podido emitir también el mensaje a los cuatro vientos de que los responsables de todo son los que se empeñan en Madrid en que todo continúe bajo la misma legalidad. Afortunada la rápida contestación del presidente del Gobierno.
Que el consejero del Interior del Gobierno vasco, tras la opinión en forma de dictamen jurídico que emitiera el presidente de su partido, iba a ser obediente a la voz de su amo no ha sorprendido en absoluto. Ibarretxe y Egibar ya han vuelto de vacaciones y el consejero está para lo que está, para seguir la consigna de un pueblo en marcha. Tras esta deserción ante la legalidad lo sorprendente es que el resto del Estado, todo el Estado, haya vuelto a desaparecer de la escena vasca, prediciendo un futuro, conocido con anterioridad al Pacto Antiterrorista y a la Ley de Partidos, de que el Estado haga un solemne mutis por el foro. Si este proceso continúa, lo lógico, por honradez, es que las autoridades lo avisen para que no vuelvan a soportar las consecuencias heroicos individuos (ciudadanos no, porque al no existir Estado no puede existir ciudadano) y asuman el desistimiento a tiempo, ya que el Estado, no por primera vez en España, ha decidido declararse en huelga. La más comentada fue la de Amadeo de Saboya.
Las sombras del sol del membrillo son profundas, ciegan ante el fuerte contraste de la luz. La meta alcanzada por Batasuna el viernes pasado no debiera constituirse en precedente de lo que queda por venir. Nos sumiríamos en el peor de los pasados, posiblemente sin tener que doblegar voluntades por el terror. El tono amable y conciliador de Pernando Barrena con Zapatero y su partido amenaza con la imitación de la imagen amable de los nacionalistas irlandeses.
La publicidad, tras varios centenares de asesinatos, con talante de dialogo, vacía pero atrayente, en el seno de una sociedad desarticulada en el desamparo, con un fin en paz como señuelo, tiene todos los ingredientes para llevar al triunfo a su promotor, hoy en día a cualquiera ante tanto membrillo. Perverso procedimiento para crear un gran reflejo condicionado digno de Pavlov: primero terror y después amable señuelo de la paz. Máxime, cuando la culpabilidad ha sido achacada por muchos al PP, por su singular y pérfida cerrazón, y la extrema derecha española, ¿quién se va negar a rechazar a los de Batasuna si son los que traen la paz? Lo veremos, si no se anda con tiento, como se está viendo en ese modelo tan admirado de Irlanda del Norte.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 1/9/2005