Pedro Sánchez es un perdedor. Salvo las de Illa, tan inútiles, no ha ganado unas elecciones desde que está en Moncloa. El campeón de la resiliencia es un consumado loser, cuestión que le incomoda. Este martes se lo recordó el Rey en su audiencia en Zarzuela. El elegido para la investidura es Feijóo, vencedor el 23-J. Así lo dice la nota de Casa Real porque así lo manda la tradición. Naturalmente, Sánchez lo sabía, aunque mareó la perdiz para disimular el trastazo. Incluso amagó presiones al Jefe del Estado y agitó las turbias aguas de la izquierda española, tan golpista, contra la Corona. Desde que aquel voto exterior en disputa cayó del lado del PP, el presidente del Gobierno español ha consumado, en forma impecable, un 540 para camuflar esta escena humillante en Palacio. ¿Qué es un 540? Helo aquí.
Javier Milei, el inesperado triunfador en las primarias argentinas del 13-A, dedicó su victoria al ‘540‘. ¿De qué narices está hablando?, se preguntaban electores y periodistas al escuchar la enigmática cifra lanzada a los cuatro vientos por el extravagante triunfador. ¿Qué es eso de 540? Cabalistas, numerólogos, expertos en el lenguaje encriptado, se aplicaron en la labor de desentrañar el enigma, con escaso éxito. No se trataba ni de una misiva a Putin, un homenaje a Milton Friedman, una carantoña a Trump o un brindis a los ultraliberales del mundo, uníos. Era, sencillamente, ¡un mensaje de amor!.
Milei, 53 años, soltero y sin compromiso, a quien en campaña le han tachado de homosexual, onanista, incestuoso y hasta zoófilo (tiene cinco perros) dirigió ese guiño a Fátima Flórez, su pareja desde hace apenas unas semanas, a quien identifica con ese cariñoso apelativo de 540, lo que viene a ser un giro de 180 grados multiplicado por tres, y que los escrutadores de las noticias del corazón atribuyen a la vertiginosa evolución de las relaciones sexuales entre el político y la artista, según confiesa él mismo a sus allegados. El primer giro -los 180 grados- entraña un cambio radical. El segundo -los 360- implica la vuelta al punto de partida y el tercero -esos 540- conduce a un lugar ignoto, entre el éxtasis y el metaverso, imposible de desentrañar.
¿En qué quedamos, Bolaños? ¿Qué es esto, una danza sufí, una cogorza de derviches, un campeonato de peonzas?
Así ha sido la trayectoria de Pedro Sánchez en este juego de la investidura. Un 540 titubeante y febril. No quiero, primero; quiero, después, y quiero pero no puedo, ahora. En Zarzuela estaban perplejos con tanto zigzagueo. ¿En qué quedamos, Bolaños? ¿Qué es esto, una danza sufí, una cogorza de derviches, un campeonato de peonzas?
«Que se presente Fejóo, que se pega el trastazo, que se cueza en su propia salsa», señalaban los cientos de asesores del ala oeste, en los primeros compases tras el revés electoral.. Llegó luego ese voto del exterior, con un escaño de propina al PP, que obligaba al PSOE a suplicar el ‘sí’ de Puigdemont. Giró entonces la actitud de Moncloa los 180 grados. Es el PSOE quien ha ganado las elecciones (o su ‘mayoría social’, o como quieran inventarse) por lo tanto es Sánchez quien debe ser el postulante único a la investidura, el PP es un derrotado, Feijóo no puede ni intentarlo. Presión a Zarzuela, horas de confusión con el Rey desplazado a Paraguay para la asunción del presidente Peña, inquietud ante el manoseo del ambiguo articulo 99 de la Constitución. Luego, vuelta al origen, los 360 grados, Sánchez se presenta pero sin objeción alguna a que antes lo haga Feijóo. O sea, sí pero no. Y finalmente, la consumación del 540, las palabras del propio interfecto tras visitar al Rey. Lo del gallego será ‘una contorsión fallida’, un ‘empeño baldío’, un empeño condenado al fracaso. «El PP tiene su techo, nosotros partimos de nuestro suelo».
No puede ponerse gallito porque ha de esperar a lo que le demanden los dinamiteros dela Constitución. «No ha llegado el momento» , dicen sus asesores
Del mismo modo que no ganó las elecciones del 23-J, tampoco ahora ha podido expresarle al Rey que es el único jefe de grupo parlamentario que cuenta con los apoyos suficientes para ser investido. No los tiene. Ni el PNV, ni ERC ni, por supuesto Junts, sus potenciales socios, le han otorgado aún el plácet. Deberá humillar la cerviz, concretar la promesa de amnistía, el referéndum de autodeterminación y demás condiciones que le reclaman desde Waterloo. «He trasladado al jefe del Estado mi voluntad de trabajar por articular la mayoría parlamentaria exigida». Es decir, que aún no las tiene. Que no puede ponerse muy gallito porque ha de esperar a lo que le demanden los dinamiteros de la Constitución. Las contorsiones son las que ahora consuma el partido del Gobierno ante el delincuente fugado, tan malvado y gordinflón..
Tampoco le da la suma requerida al líder de la oposición, aunque consiguió más votos en las elecciones y se presentó ante el monarca con un capazo de 172 apoyos, merced a la contribución de Vox, UPN y Coalición Canaria. «Estoy a cuatro escaños de la mayoría absoluta. Otros están a la distancia de una amnistía, un referéndum y la desigualdad entre los españoles», subrayaba con razón el dirigente gallego. Detalle que hace hervir la sangre al postulante rival, incapaz de esgrimir el sumando exigido para alcanzar la mayoría.
Feijóo no será investido, eso está claro. El PNV, desde su sacristía carca y supremacista, seguirá haciendo burletas contra la derechona mesetaria y le negará sus cinco diputados. Estos ultras vascos están perdidos. Se los zampará Bildu antes de Semana Santa. Feijóo deberá aprovechar la gran oportunidad de su debut en el Congreso para presentar ese proyecto que se espera del líder del gran partido del centroderecha español. Para empezar, ha de sacudirse esa rictus de derrotado. Aquí el único perdedor es Sánchez que no ha ganado jamás.