Editorial-El Español

El Rey hizo ayer viernes un discurso cargado de simbolismo durante la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Especialmente significativos fueron los aplausos de los asistentes cuando Felipe VI afirmó que, a pesar de los muchos problemas de España, la solución llegará «de la unidad, nunca de la división».

La velada alusión, frente a la heredera al trono, a las negociaciones del Gobierno con las formaciones independentistas para conseguir la investidura de Pedro Sánchez a cambio de la amnistía y otras concesiones que romperían el principio de igualdad de todos los españoles no pasó desapercibida en el Teatro Campoamor.

Tampoco la frase en la que el Rey recordó que es «la historia de España» la que demuestra que eso es así. «Si queremos construir algo que trascienda y tenga sentido, la colaboración y el compromiso de todos es más imprescindible que nunca».

«Tenemos que ser conscientes de todo lo que hemos alcanzado como nación, de todo lo que hemos construido y prosperado, con tanto esfuerzo» dijo luego, en referencia a la Transición y la Constitución de 1978. «De lo necesario que es conservarlo y preservarlo de aquello que lo pueda erosionar. Debemos cuidar lo mejor de nuestra historia».

El Rey también hizo alusión a otros dos asuntos.

El primero, la situación de inestabilidad internacional, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, y el brutal ataque terrorista de Hamás del pasado 7 de octubre y los preparativos de Israel para la invasión de Gaza.

«Todos teníamos la esperanza, en estos comienzos del siglo XXI, de vivir un mundo más pacífico», se lamentó el Rey. Según el monarca, este siglo ha traído «el regreso de los conflictos bélicos en su versión más descarnada y brutal». «Las tensiones geopolíticas se agudizan y ponen a prueba, una y otra vez, el orden internacional y sus reglas».

Especialmente significativa fue la alusión del Rey al premio de la Cooperación Internacional concedido en 1994 al primer ministro de Israel, Isaac Rabin, y al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat. Un premio con el que el Rey quiso ejemplificar la necesidad de acuerdos entre contrarios, precisamente lo que España echa en falta hoy y que nos ha conducido a la situación de división ciudadana y de crispación política en la que nos encontramos en la actualidad.

Pero el principal foco de interés, más allá por supuesto de los premiados, estaba puesto ayer en la princesa, dado que estos eran los últimos Premios Princesa de Asturias antes de que cumpla 18 años y jure la Constitución.

Felipe VI afirmó que la princesa «se encuentra en un momento importante de su formación para cumplir con sus obligaciones institucionales». A continuación añadió que la jura del 31 de octubre tendrá «enorme trascendencia institucional, simbolismo histórico y compromiso personal».

Durante su discurso, la princesa Leonor recordó que el próximo 31 de octubre cumplirá 18 años. «Tendré el honor de jurar la Constitución, con lo que eso significa para mí personal e institucionalmente». «Lo que puedo decirles», añadió luego, «es que entiendo muy bien y soy consciente de cuál es mi deber y de lo que implican mis responsabilidades».

EL ESPAÑOL quiere poner el acento en otra de las afirmaciones del Rey. Esa en la que el monarca advirtió de que «la sombra se extiende también sobre las democracias, sobre los principios y valores que inspiran y garantizan nuestra convivencia. Su fragilidad es un recordatorio para no caer en la pasividad». Porque España no es ajena a ese peligro que corren las democracias y por el que los españoles ya han pasado antes.

Conviene, por tanto, no repetir nuestros errores históricos, sino los aciertos. Y de ello es ejemplo la institución de la monarquía y la Transición que la consagró en democracia.