- Deseo empezar el 2022 felicitando a Pedro Sánchez. No es broma, ni chanza ni jocosidad sobrevenida por exceso de Turrón. Es un genio.
Muchos son los estadistas que han destacado por su valentía, astucia, inteligencia o depravación. Como Pedro no es estadista ni nada que se le parezca, ocioso sería comparar sus mañas con un Fouché o un Sagasta, por citar dos nombres. Su Pedridad será conocido en el futuro por un invento ingeniosísimo, digno del mejor prestímano, para gobernar careciendo de mayoría y haciendo lo que le salga de los gladiolos. La patente no tiene parangón. Llámase el Método del Desganao. Como lo oyen. Trátase de desactivar todo tipo de crítica, oposición, renuencia o incluso murmullos de discordia con el simple – aunque genial – y expeditivo método de que cada día tenga más escándalos que el anterior. Así, ante la enorme acumulación de barbaridades, algunas de cárcel a pan y agua, el que pretende afearle la conducta al gobierno se encuentra totalmente abrumado por el número infinito de canalladas que éste comete. Y, claro, no sabe por dónde empezar, quedando sumido en un estupor letárgico que, conociéndonos, suele acabar fatalmente en siesta de pijama y orinal.
Su Pedridad será conocido en el futuro por un invento ingeniosísimo, digno del mejor prestímano, para gobernar careciendo de mayoría y haciendo lo que le salga de los gladiolos
En esas Europas de nuestros pecados cuando se produce un escándalo en política, ¡carrasclás!, la opinión pública se moviliza, los medios se muestran beligerantes, la justicia actúa y el bochorno unido a la moralidad hacen que el asunto termine con dimisiones. Pero en España, ah, señores, existe el Método del Desganao, hijo del portentoso caletre del licenciado Sánchez. Y, conociendo que no hay cosa más pesada que el hartazgo, nos tiene sometidos a la indigestión diaria de tropelías, abusos, vulneraciones constitucionales, barbaridades económicas, prevaricaciones, entrega a los enemigos de España y continúen ustedes contando que vamos para bingo.
De ahí que el pueblo, que bastante tiene con ese facsímil que ahora llaman salud y ganar algo para pagar los consumos y los múltiples tributos que se han incrementado de forma feudal, se encuentre desganao para criticar. No da tiempo. Apenas quieres opinar sobre lo que ha dicho el ministro tal cuando otro ministro la dice todavía más gorda; estás a punto de abrir la boca para denunciar una medida a todas luces carente de sentido cuando, ¡zas!, el gobierno ya ha tomado otra más descacharrante y estúpida. Si cada día tiene su afán, el gobierno se ha empeñado en que cada día tenga varias enormidades ante las cuales indignarnos. Total, a fuerza de enseñarnos el trapo rojo, ya no embestimos. Además, como me decía un amigo, lo mejor es no enterarse de nada, no mirar telediarios, escuchar la radio ni leer los papeles. Cuanto menos sepamos, mejor. Eso, por no hablar de que la mayoría de los medios se han convertido en meretrices de la Semana Fantástica de la subvención, el sobrecito y el enchufe.
La desgana se comprende, señores, porque estamos hasta el galillo de mentiras oprobiosas y verdades criminales. Pero no es menos cierto que, con una nación de desganaos, vamos a tener maniquí para mucho tiempo, ora pactando con estos, ora pactando con los otros. Este es el auténtico drama español. Sus ciudadanos ya no tienen fuerzas para indignarse, están desganaos, pero el creador de este Cafarnaúm en el que vivimos mantiene intactas las suyas, es decir, sus ganas de continuar en un cargo que, si no lo remediamos, acabará por ser vitalicio.
Puede acabar la cosa con Sánchez diciendo que ha hablado con un pajarito que era Chávez. Espabilen, que el año sabemos cómo empieza pero no como puede acabar.