Nacho Cardero-El Confidencial
- Es un clásico que tengan que venir de fuera para explicarnos cómo debemos hacer las cosas en nuestro país
Causa estupor ver en los telediarios la silueta estival del presidente del Gobierno y sus ministros defendiendo y apropiándose de un proyecto, el MidCat, del que habían renegado como de la peste hasta fechas recientes por tratarse de gas. Ya saben: esa energía contaminante que hay que erradicar del planeta en aras de la descarbonización. Escuchar lo que decían hace tres años y lo que dicen ahora produce sonrojo, aunque luego se justifiquen asegurando que la política energética cambia porque también lo ha hecho el contexto internacional y todo lo demás son intoxicaciones de la prensa.
Teresa Ribera, en 2019: «La interconexión gasista, con arreglo a la información aportada por la propia Comisión Europea, es un proyecto ruinoso, que no tiene ningún sentido y sería un error cualquier inversión en esta dirección». Pedro Sánchez, en 2022: «El gasoducto es algo que España viene reclamando y demandando a Europa desde hace mucho tiempo, y esperemos que dentro de poco podamos hacer realidad este sueño».
Lo que media entre una declaración y otra, es decir, de enterrar a resucitar el proyecto del gasoducto que conectaría a España y Francia, es una invasión de Ucrania por parte de Putin y unas palabras del alemán Olaf Scholz en las que llamaba a acelerar el proyecto para que Europa se libre cuanto antes de la dependencia energética de Rusia. Un comentario que se produjo en vísperas de que el gigante Gazprom anunciara que detendrá durante tres días el bombeo de gas a Alemania por el oleoducto Nord Stream, enésimo subterfugio para presionar a Europa.
Bruselas ha bendecido el MidCat y está a la espera de una señal por parte de España y Francia para financiar el proyecto con fondos europeos. Es un clásico que tengan que venir de fuera para explicarnos cómo debemos hacer las cosas en nuestro país, lo cual, para ser sinceros, tiene más elementos positivos que negativos, pues limita la capacidad de determinados gobiernos, caso del español, de hacer el mal.
A continuación, enumeramos algunas de las vicisitudes del MidCat, una infraestructura clave para el futuro de Europa que está a años luz de hacerse realidad.
Proyecto de Aznar que descartó Ribera: la idea del gasoducto Magreb Europa, superautopista que conectaba Argelia con España pasando por Marruecos, fue ejecutada en tiempos de Felipe González y estaba considerada uno de los ejes vertebradores de la política energética de nuestro país hasta que Argel puso pies en pared por la crisis del Sáhara. Luego, José María Aznar evolucionó el proyecto con el Medgaz (que ya no atraviesa Marruecos). Del expresidente popular salió también el plan de conectar la península Ibérica con la red europea a través del MidCat, que se presentaba como una solución global a los problemas de la UE. El enfoque lo heredó Mariano Rajoy, que trató de vender el invento a Alemania en tiempos de la Gran Recesión con el objeto de congraciarse con los halcones de aquel país y que no le apretasen en exceso. El tema se quedó entonces parado en los Pirineos porque no era del gusto de los franceses y, al llegar al poder, el Ejecutivo de Sánchez se lo sacudió de encima porque no combinaba bien con la chapa de la Agenda 2030 que lucía la vicepresidenta Ribera en la solapa.
Portazo de la CNMC: en enero de 2019, la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) española y la Comisión francesa de Regulación de la Energía (CRE), siguiendo la senda marcada por los ejecutivos de sus respectivos países, tumbaron el proyecto de interconexión gasista entre España y Francia a través del Pirineo Oriental, denominado STEP (South Transit East Pyrenees), presentado por Enagás y la gala Teréga. Entre otros, esgrimían argumentos ideológicos tales que el papel irrelevante de la energía del gas en el futuro a tenor de los acuerdos de energía limpia sellados en Europa.
«Nada más saberse de la euforia con que fueron recibidas en nuestro país las palabras de Scholz, Francia volvió a enfriar las expectativas»
Francia, ‘rien de rien’: Macron lleva instalado en el no al MidCat desde el principio. Nada más saberse de la euforia con que fueron recibidas en nuestro país las palabras de Scholz, Francia volvió a enfriar las expectativas porque «tardaría mucho en estar operativa» la infraestructura y se trataría más de una solución a largo plazo que de una respuesta a la crisis actual. Macron jamás ha estado interesado en sacar adelante el MidCat, porque con la nuclear le basta y le sobra. Para el Gobierno francés, la mejor solución sería la construcción de regasificadoras en las zonas de costa europeas.
¿Ocho meses? Ni en los mejores sueños: no es que lo diga el ‘conseller’ de Economía y Hacienda de la Generalitat, Jaume Giró. Es que lo dice el sentido común. Acotar a entre ocho y nueve meses el plazo de construcción del gasoducto no es creíble ni responsable. Teresa Ribera aseguró recientemente que la infraestructura podría estar lista en ocho meses en lo que respecta a los más de 200 kilómetros de tuberías proyectados en el lado español. También aclaró que no tendría sentido construir a toda velocidad a este lado de la frontera si no se hacía en coordinación con las obras del lado galo. Ese es uno de los motivos para no cumplir con el plazo. El otro tiene que ver con la burocracia en la decena de municipios, muchos de corte independentista, a los que hay que pedir permiso para que los tubos atraviesen sus territorios.
El MidCat ayudará a independizarnos del gas ruso, pero difícilmente se podrá ejecutar en el corto plazo con las salvaguardas legales necesarias. Para más inri, ya saben que, con este Gobierno, experto en decir una cosa y al rato la contraria, las decisiones de hoy desaparecen en cuanto se esfuman las emergencias que las desencadenaron. Así que mejor no hacerse muchas ilusiones.