El miedo

EL CONFIDENCIAL 24/03/16
BEGOÑA VILLACÍS

· El terror es la excesiva herramienta de quienes devalúan la vida al nivel de una unidad de medida. Mantenemos que vivimos en un entorno libre por dos motivos: seguridad y confianza

La imagen de ese vagón de metro de Maelbeek provocó un vuelco en el corazón de no pocos madrileños. Ese destartalado metro, retorcido antinaturalmente, elegido para culminar un plan de muerte y venganza nos traía de golpe y porrazo 12 años atrás, cuando los elegidos fueron nuestros trenes, cuando éramos nosotros quienes nos convertíamos en el objeto de la rabia y el fundamentalismo más obsceno, cuando se nos declaraba enemigos de no se sabe muy bien qué.

Después vino Londres, Paris, hoy Bruselas. Demasiadas vidas, demasiado horror, demasiado odio.

El terror es la excesiva herramienta de quienes devalúan la vida al nivel de una unidad de medida. Mantenemos que vivimos en un entorno libre básicamente por dos motivos: seguridad y confianza. La seguridad permite que podamos transitar desarmados, portar despreocupadamente enseres sin temor a ser asaltados, salir a correr por un parque dando por hecho el alumbrado público y la presencia policial. No hay nada como pasar una larga temporada en un país sin estas garantías para saberlo. Pero si hay una herramienta efectiva para limitar la libertad, ese es el miedo.

La respuesta a quienes no estén dispuestos a soportar nuestro marco de derechos es mucha más Europa, mucha más unión, mucha más fraternidad

Por eso, cuando decidieron hacer germinar el miedo en Europa, no se pretendía otra cosa que convertirnos en cautivos de sus propias reglas, pinchar esa burbuja de seguridad en la que desenvuelven nuestras vidas e instalar una especie de paranoia colectiva que nos convirtiese en presos, como ellos.

Por ello no entiendo muy bien el debate que pretende enfrentar a la libertad y a la seguridad, no entiendo que juguemos a calzar un dilema moral en algo que debiera ser una reacción natural en un organismo, te atacan, te proteges. Ahora, la atacada está siendo Europa, nuestra descarada libertad, nuestra forma de vida, la manera en la que, con más o menos fortuna hemos aprendido a respetarnos unos a otros, la convivencia en un marco de reglas que no entran con sangre. Se pretende someter a un espacio de paz que no tiene precedentes en la humanidad, y que si bien en ocasiones se antoja irreal, quizás por la impostada sensación de pertenencia ya que uno tiende más a sentirse francés español o belga, no es menos cierto que los lazos desde aquel 11 de marzo no han hecho más que estrecharse.

Cada atentado, cada masacre, cada amenaza, están lejos de ocurrir ya en Madrid, Londres, París o Bruselas, cada vez más ocurren en suelo europeo, y alcanzan a nuestros ciudadanos a quienes sentimos más cercanos, más vecinos. Así que si algo hemos aprendido de la barbarie, es que la respuesta a quienes no estén dispuestos a soportar nuestro marco de derechos que consideramos fundamentales, es, simple y llanamente mucha más Europa, mucha más unión, mucha más fraternidad. Cada vez somos más los que entendemos que la consolidación del proyecto europeo trasciende de una mera divisa común y un mercado abierto, sino por la tozuda preservación de nuestro irreductible espacio de libertad en el mundo.