El miedo a la democracia

HENRY KAMEN-EL MUNDO

El autor critica a políticos como Pedro Sánchez y Jeremy Corbyn porque, en momentos de dificultad, «parecen no apoyar la democracia». Sostiene que otros como Quim Torra directamente la desprecian.

UNO DE LOS aspectos más asombrosos de la vida política es el temor que muchos políticos tienen a la democracia, que en teoría es el principio por el cual viven y al cual juran lealtad. Pero en la práctica lo temen. Tenemos un claro ejemplo de ello en la actitud del Partido Laborista británico ante los problemas que han surgido sobre el Brexit. En cada fase del problema, cuando surge la pregunta de si se debe consultar a la gente, el líder laborista, el Sr. Corbyn, se ha negado a tomar medidas. Hace un mes, cuando la Sra. May fue derrotada repetidamente en la Cámara de los Comunes por los términos del acuerdo del Brexit, el Sr. Corbyn se negó a presionar por un voto de confianza. Si se hubiera optado por tal voto, la Sra. May sin duda habría perdido, y el Sr. Corbyn habría tenido la oportunidad (como tuvo Pedro Sánchez en España) de formar un Gobierno alternativo. Sin embargo, prefirió no tomar esa decisión, sin duda porque su propio partido también estaba dividido acerca de los términos del Brexit.

No es el único punto en el que Corbyn ha temido un voto democrático en el Parlamento. También se ha negado repetidamente a apoyar la idea, que en este momento cuenta con el apoyo de la mayoría del público, de celebrar un segundo referéndum para aclarar la situación del Brexit. Una encuesta de los miembros del Partido Laborista también muestra que más del 70% de ellos quieren una segunda votación pública sobre el Brexit, para dejar claro lo que quiere la gente. Sin embargo, Corbyn se niega a hacer una declaración clara sobre el tema, lo que demuestra que parece estar a favor del Brexit y se opone a la opinión de la mayoría democrática en el partido. El ejemplo de Corbyn muestra claramente que hay políticos que temen a la democracia e incluso a sus propios partidos. En su caso, podemos defenderle diciendo que Brexit ha resultado ser un problema muy complejo para el cual no hay respuestas satisfactorias disponibles.

Es menos fácil defender a otros políticos que también tienen miedo de la democracia. El ejemplo más obvio en España es Pedro Sánchez, quien no cuenta con el apoyo mayoritario en el Congreso, pero se niega a consultar a la ciudadanía y celebrar elecciones generales, a pesar de que todas las encuestas sugieren que surgiría de unos comicios como el partido más votado. ¿Por qué Sánchez tiene miedo de poner a prueba a la opinión pública? La razón más obvia es que teme que se repita el patrón de votación en Andalucía. Sin embargo, hace apenas siete meses prometió celebrar elecciones «para que los españoles y las españolas decidan el rumbo que dar al país con su voto». Ahora, parece que no habrá ninguna decisión, ni siquiera una decisión democrática, y se permite al país continuar con el «sin rumbo». Incluso en el caso de Sánchez uno puede entender que tiene buenas razones para temerle a la democracia. Incluso se podría estar de acuerdo con él en que, por el momento, sería conveniente no consultar a los ciudadanos. Sin embargo, esa no es de ninguna manera la actitud correcta que debe tomar un líder que no llegó al poder a través de una elección general democrática y que, por lo tanto, en este momento no tiene apoyo democrático.

Corbyn y Sánchez pueden tener serios problemas como políticos, pero al menos parecen creer y respetar los principios básicos del gobierno y la participación pública. En momentos de dificultad, tal vez, se les puede perdonar por no apoyar la democracia. Sin embargo, nada puede ser perdonado a los políticos elegidos democráticamente que no hacen ningún esfuerzo por ocultar su desprecio por la democracia, como en el caso del actual presidente de la Generalitat de Cataluña, el Sr. Torra.

Me encontré por primera vez con el nombre de Torra hace unos años cuando estaba examinando la publicidad que se estaba emitiendo sobre la construcción del centro de propaganda en el Born de Barcelona. El Born solía ser un mercado medieval, luego recientemente se decidió construir una biblioteca municipal en el sitio. El trabajo en los cimientos reveló las ruinas de una antigua zona residencial que data del siglo XVIII. El sitio no tenía ninguna importancia arquitectónica, como yo sabía por el plan original del barrio que había estudiado. Sin embargo, el proyecto fue puesto por la Generalitat en manos del Sr Torra, quien ideó una narrativa ficticia sobre lo que ocurrió en el sitio y lo convirtió en un centro de publicidad para el separatismo catalán. Un discurso pronunciado recientemente por el Sr Torra me hizo pensar de inmediato en cómo había manipulado el Born.

En un ataque al discurso de Navidad del Rey de España, Torra mostró su don por hacer lo que hizo en el Born, presentar una versión de los hechos que tenía poco que ver con la realidad. Su Majestad había declarado en su discurso que lo que los españoles deben hacer es preservar la convivencia, es decir, respetar las ideas y el estilo de vida de los demás. Tonterías, afirmó Torra, ya tenemos perfecta convivencia, «en Cataluña no hay problema de convivencia, sino de democracia y de justicia». Lo que España necesitaba garantizar en Cataluña, dijo Torra, era la «regeneración democrática y el ejercicio del derecho a la autodeterminación».

Es posible que debido a sus continuas visitas a Bruselas, el Sr Torra no haya notado la extrema fractura social y el conflicto interno que él alienta públicamente en Cataluña, con divisiones entre gente de la misma calle, el mismo pueblo, familia, lugar de trabajo y centro de actividad. Cataluña hoy vive un régimen de no convivencia en el que un sector que representa apenas la mitad de los votantes siente que tiene derecho a imponer al otro sector una atmósfera cargada de un nerviosismo continuo, una presión silenciosa, un temor constante y una amplia gama de tensiones que van en contra del espíritu tradicional de convivencia de la sociedad catalana. Me siento libre de citar y apoyar un artículo de Antoni Puigverd en otro periódico: «El independentismo sacrificó los usos democráticos al altar de la patria. La estigmatización e invisibilización de la minoría contraria a la independencia (la mitad del país, en realidad) ha sido el gran error del independentismo».

EN EL MUNDO POLÍTICO moderno, como hemos visto a raíz de los acontecimientos en muchos países, generalmente se asume que el gran enemigo de la democracia es el populismo. El populismo ha sido condenado porque apela a los votantes descontentos y mal informados, y porque es a menudo autoritario en sus perspectivas. Recientemente, el Guardian de Londres comentó: «No cabe duda de que estamos atravesando un momento populista. La cuestión es si este momento populista amenazará la supervivencia misma de la democracia liberal». Al contemplar la escena dentro de Cataluña, la amenaza principal no parece provenir del populismo, sino de algunas voces tenebrosas de la derecha tradicional que hoy se han instalado en la Generalitat. Son esas voces que en el discurso de fin de año de la Generalitat convocaron a sus votantes a «sublevarse» para «derribar los muros de la opresión» y «realizar el mandato democrático». Las palabras no dejan duda. Nada puede calcularse mejor para favorecer el auge del populismo, que la amenaza de subversión desde arriba. La gran y principal amenaza para la democracia en Cataluña hoy en día proviene de la figura que debe ser su guardián, el jefe de la Generalitat.

Henry Kamen es historiador británico; su último libro es Magia y Enigma. Edificios legendarios de España (Espasa, 2018).