El miedo del presidente es a enfrentarse a la opinión pública y contarle la verdad sobre la negociación: sobre las diferentes reuniones con ETA, las promesas realizadas, los contactos mantenidos desde el 30 de diciembre, el acuerdo respecto a De Juana, el pacto para burlar la ley de partidos en las próximas municipales y las dos mesas de ETA ya aceptadas.
Hay miedo y cobardía en la decisión de Zapatero sobre De Juana. Pero no de la naturaleza de los que le han sido achacados por muchos ciudadanos indignados. No se trata de miedo a ETA sino de cobardía para contar la verdad. Sobre las auténticas razones de esta cesión y sobre los acuerdos de la negociación.
Lo que conocemos de Zapatero muestra más bien a uno de esos tipos que se han sentido siempre a salvo de ETA, de los que se creen demasiado progresistas y con suficientes antepasados antifranquistas como para estar en el punto de mira de un grupo terrorista de extrema izquierda, revolucionario, como la izquierda gusta de llamarlo últimamente para diferenciarlo convenientemente de otros terrorismos. Hemos conocido a muchos insensatos de ese tipo en el País Vasco. Su plan de negociación no está inspirado por un miedo personal a las bombas etarras que él siente muy lejanas sino por otro problema ideológico también muy extendido en el País Vasco que es la falta de principios ideológicos y morales firmes contra esta clase de terrorismo en particular que es la de ETA.
El miedo del presidente es otro muy distinto, el que siente para enfrentarse a la opinión pública y contarle la verdad sobre sus objetivos, medios y acciones en la negociación. La verdad sobre las diferentes reuniones con ETA, sobre las promesas realizadas, sobre los contactos mantenidos desde el 30 de diciembre, sobre el acuerdo respecto a De Juana, sobre el pacto para burlar la ley de partidos en las próximas municipales y sobre las dos mesas de ETA ya aceptadas por el Gobierno.
Zapatero ha eludido una y otra vez la información sobre todas esas cuestiones parapetándose detrás de la «paz» o del supuesto final deseable al que llegará a pesar de los medios oscuros e inconfesables. Ahora le ocurre que los medios inconfesables, De Juana, están a la vista de todos. Y que su cobardía para reconocerlos comienza a ponerle en situaciones ridículas más que astutas, «salvando por responsabilidad», por ejemplo, a un asesino que reivindica sus crímenes y que, desde el jueves, hace un corte de mangas al estado de derecho. Con agradecimiento a su salvador.
Edurne Uriarte, ABC, 5/3/2007