ABC 20/12/16
· Tres atentados en el mes de julio forzaron al Gobierno de Merkel a impulsar una nueva política de seguridad
Alemania parecía preparada. Pero no ha sido suficiente. La transformación del país que se ha registrado desde que en agosto de 2015 Angela Merkel diese a entender que Alemania estaba dispuesta a acoger a los refugiados sirios que se hacinaban en las costas turcas y griegas se ha acabado de convertir, desde ayer, en puro miedo en la sociedad. El peso del millón largo de refugiados que han acogido los länder en el último año y medio ha desbordado el sistema de protección social del país que abandera la Unión Europea. Pero no solo eso: ha transformado sus mecanismos de seguridad interna. Tanto que el país permanecía en estado de alerta estos días en previsión de un atentado de corte yihadista en medio de un creciente temor entre su población.
A finales del último agosto, después de que se produjesen los atentados de Wurzburgo, Múnich y Ansbach, el Gobierno de Merkel se preparó para lo peor: para un acto terrorista de largo alcance que afectase directamente a su política de puertas abiertas, lo que acabó por suceder ayer. El miedo era tal que mientras la canciller aseguraba mantener su política de continuar aceptando refugiados, su ministro del Interior, Thomas de Maiziere, presentaba un plan para reducir, en lo posible, el riesgo de un atentado de características tan demoledoras como los sufridos en Bruselas, Niza o París. Una dualidad con calculadas claves electorales, en las que Angela Merkel se juega su cuarto mandato.
Impulsar las expulsiones para los refugiados que delinquiesen, cámaras de vigilancia en todos los puntos «calientes» de las urbes más pobladas del país centroeuropeo, aconsejar a la población que almacenase en su casa agua y productos básicos de alimentación para resistir una catástrofe durante diez días, un fondo de dinero… Un plan en definitiva, un denominado «concepto de defensa civil», que no hacía más que demostrar que pese a la potencia económica y política que aparenta ser Alemania detrás había miedo. Y mucho.
Los tres atentados sufridos entre el 18 de julio y el 24 de julio habían puesto al país en alerta. Era la llama del inicio del terror. Primero fue un perturbado, un refugiado afgano de 17 años que hirió a hachazos a tres personas en un tren en Wurzburgo. Después, un joven alemán de origen iraní que mató a nueve personas en un centro comercial de Múnich. Y para rematar, en Ansbach, la locura de un terrorista suicida que hizo explotar un cinturón de explosivos provocando heridas a 15 personas a las puertas de un festival.
· Acopio de alimentos
Una nueva normativa de protección civil aconseja a la población almacenar alimentos para diez días
Alemania, poco a poco, ha cerrado sus puertas a los refugiados, tanto porque ya es incapaz de poder absorber más y por el miedo que ha calado entre los ciudadanos de que algunos de ellos, una minoría en la minoría, pueda albergar sentimientos terroristas y matar en el país que les ha acogido. Gran parte de la sociedad cree insoportable el número de refugiados y sus actitudes. Las violaciones y los casos de violencia machista que se registraron la última Nochevieja en Colonia pusieron al país en alerta, resucitando los miedos más certeros de la población.
Integración y seguridad
Mientras tanto, el partido de Merkel, la Unión Cristiano Demócrata (CDU) quiere afianzar una política que mezcla cuestiones de integración y seguridad. Así, estudia prohibir signos visibles del islamismo más radical, como el burka,
en lugares públicos o en todos aquellas situaciones en las que las personas tengan que ser identificadas, como por ejemplo conducir un vehículo. A su vez, los ministros del ala más conservadora están exigiendo a Merkel que se endurezca la ley de la doble nacionalidad, se agilice la expulsión de extranjeros que delincan, se aumente a 15.000 el número de policías hasta 2020, así como se fortalezca una misión del Ejército en el interior. Merkel quiere que la seguridad sea uno de los puntos fuertes de su apuesta electoral. Atentados como el de ayer pueden comenzar a resquebrajar su liderazgo y a tensar aún más a una población que hasta hace bien creía vivir sin miedo.