IGNACIO CAMACHO – ABC – 15/04/16
· A Soria se le están extraviando en el laberinto panameño las opciones que tenía o pretendía tener en el posmarianismo.
A este Gobierno agónico se le está haciendo eterno el final de etapa. Ganó las elecciones a trancas y barrancas, como esos ciclistas escapados que van perdiendo ventaja sobre sus perseguidores, y no ve el momento de cruzar la pancarta. Ni siquiera está claro que llegue intacto a la meta neutralizada del 2 de mayo. El caso Soria es un tropezón serio sobre el que revolotea la sombra de una inédita renuncia en funciones. Por contrastadas que resulten la capacidad de aguante y la resiliencia de Rajoy, existen dudas objetivas de que amparen a nadie más que a él mismo.
Soria está en un aprieto. Su vehemente explicación del lunes no se sostuvo ni 24 horas. Se ha enredado en contradicciones inexplicables y parece imposible que desconociese su propia presencia en el entramado off shore de su familia. En el partido y en la propia Moncloa están perplejos ante la debilidad de la versión inicial del ministro, cuyo tono contundente quedó refutado de un día para otro por la aparición de su firma. No se le acusa de ningún delito, aunque es evidente la incomodidad que un currículum fiduciario en paraísos fiscales supone para alguien que se dedica a la política.
Y además es un hombre que tiene experiencia en acusaciones infundadas; estuvo años luchando contra un proceso por corrupción del que logró salir indemne defendiéndose con pruebas. En aquel caso la justicia y el tiempo lo rehabilitaron de una imputación tan sesgada que la jueza que lo empapeló es hoy diputada de Podemos. Por eso nadie entiende este torpe balbuceo con el que se ha puesto en solfa a sí mismo.
En el laberinto de papeles panameños, el ministro ha perdido algo más que la credibilidad de partida, tan importante a la hora de reivindicar confianza ante la opinión pública. Se le escapan las opciones de futuro que ha venido alimentando sin alharaca pero con persistencia. Sí, Soria era, o se consideraba, un aspirante a dirigir el posmarianismo, esa especie de entelequia que alimenta la estrategia de algunos dirigentes del PP. Tiene la amistad personal del presidente, que suele poner su peripecia penal como ejemplo de los juicios precipitados sobre la culpabilidad de los políticos. Y lleva tiempo cultivando relaciones de fondo –políticas, financieras y mediáticas– con vistas a la toma de posiciones en un eventual relevo de liderazgo.
Eso podría explicar también el desapego que le muestra la dirigencia del partido, por otra parte muy escaldada ya de salir al paso de sospechas. La debilidad de sus argumentos, su inhábil autodefensa, el desmentido exprés con que los hechos han triturado en apariencia sus argumentos, han incrementado la presión sobre el Gabinete y le han metido a él en un lío notable del que tendrá que salir solo como buenamente pueda. Rajoy es decidido partidario de la resistencia, pero ha basado la suya en ir dejando caer a su alrededor todas las piezas.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 15/04/16