Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
El dinero público no sobra y como las necesidades sociales son infinitas, nunca nos alcanza. Es un bien escaso. Si recuerda, la expremier británica Margaret Tatcher dudaba incluso de su existencia cuando decía que ‘El dinero público no existe, solo existe el dinero privado y el llamado público es la parte del dinero privado que ha sido arrebatado a los contribuyentes’. Por esa razón exigía ser muy cuidadoso y prudente cuando se gastaba. El ministro Bustinduy no ha leído a la señora Tatcher, eso está muy claro, y es una pena porque, aunque deteste su ideología, hubiese aprendido mucho de ella si, además de leerla, la hubiese entendido.
En España no deberíamos dilapidar el dinero público. El Gobierno enfatiza el hecho cierto de que el porcentaje que supone el gasto sobre el PIB ha disminuido, pero lo cierto es que su tamaño global ha aumentado, en más de 40.000 millones este último año y en más medio billón desde que gobierna Pedro Sánchez.
Bueno, pues al señor Bustinduy, que parece se aburre en el ministerio, se le ha ocurrido la brillante idea de dedicar una parte de ese dinero escaso a subvencionar a personas mayores extranjeras para que vengan a España de turistas, a la vez que pretende incluir itinerarios por el extranjero en la nueva oferta de viajes del Imserso. Yo pensaba que los casi 100 millones de turistas que recibimos era una buena cifra y me consta que no son pocos los que consideran que es exagerada y que la aglomeración de visitantes crea muchos problemas de congestión y convivencia en algunas zonas del país. Hay algunas incluso que pretenden y planean ser activas en eso tan curioso y peligroso, para un país que en una buena parte vive del turismo, de aplicar medidas para reducir el flujo de visitantes.
Los viajes del Imserso cumplen la función de elevar las tasas de ocupación en los hoteles en aquellos periodos de baja actividad, cuando la estacionalidad dificulta la ocupación. Pero, ¿tiene sentido dedicar dinero público español para atraer visitantes que no deseamos, y para elevar la tasa de ocupación de la hostelería de los países extranjeros que compiten con nuestra oferta?
No parece una idea genial. Más bien parece una idea absurda. Si al ministro Bustinduy solo se le ocurren cosas así, ¿por qué no se olvida de ello? Mejor que se siente y no haga nada. Así solo gasta el dinero de su sueldo, el de sus asesores y sus ayudantes, pero al menos no estorba. Que eso sí que es útil.