Francisco Marhuenda, LA RAZÓN, 25/9/12
Uno de los temas más complejos y polémicos que tuvieron que afrontar los diputados constituyentes fue la organización territorial de España. En contra de lo que hoy se pueda pensar, la realidad es que se debatieron las diferentes posiciones, incluida la opción confederal. La memoria es frágil, pero los archivos ofrecen una amplia información sobre la materia. Al final se encontró la solución del Estado de las Autonomías, nuestro Título VIII, y el artículo 2 que establece que «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas». No hay opción constitucional a la federación, la confederación o el estado libre asociado sin una reforma de nuestra Carta Magna. La idea de una proclamación unilateral de independencia por parte del Parlamento de Cataluña no merece ningún comentario. Lo mismo se puede decir de convocar unas cortes constituyentes catalanas. Estaríamos en ambos casos ante una ruptura de las reglas de juego y de la legalidad constitucional. España sufre una sorprendente espiral de radicalismo nacionalista que conduce a un callejón sin salida.
La reivindicación del federalismo se ha convertido en un mito de la izquierda para no entrar en el debate profundo sobre el pulso que plantea el nacionalismo catalán. La Ley Fundamental de la República Federal de Alemania de 1949 fue una imposición de los estadounidenses en la que los alemanes de los länder «han consumado, en libre autodeterminación, la unidad y la libertad de Alemania. La presente Ley Fundamental rige, pues, para todo el pueblo alemán». Por su parte, los Estados Unidos fueron inicialmente una confederación pero la inoperancia de este modelo para ganar la guerra contra los británicos les condujo a ser una federación. Las tensiones entre federales y confederales se resolvieron años después en una brutal guerra civil en la que se dirimieron, fundamentalmente, los deseos secesionistas de unos y la voluntad de unión de los otros. Los modelos federales están basados en la igualdad de los territorios que forman parte de él. Cuando el PSC reivindica que España sea una federación y el PSOE se suma a esta iniciativa, cabe preguntarse si pretende que se reconozca una soberanía originaria de las diferentes comunidades. En el caso alemán era una ficción política propia de la posguerra mientras que en el estadounidense era la unión de unas colonias de origen británico en el siglo XVIII. Ningún constitucionalista interpretaría esas «soberanías» con una mentalidad actual. La opción del estado libre asociado sólo existe en Puerto Rico mientras que el único sucedáneo de confederación es la Commonwealth of Nations, que reúne nominalmente a algunas de las antiguas colonias británicas. Son viejas figuras cuya aplicación en España sería extravagante. El Estado de las Autonomías reconoce lo que se denominan hechos diferenciales y crea un modelo compuesto que sería eficaz si los nacionalistas no lo sometieran a una permanente tensión con sus reivindicaciones. Un nacionalista sólo quedará satisfecho cuando consiga la independencia. El federalismo no resolvería este problema salvo que se creará un modelo desigual donde sólo unas comunidades se federaran con España.
Francisco Marhuenda, LA RAZÓN, 25/9/12