Iñaki Ezkerra-El Correo

Cuesta distinguir los líos del vicepresidente Iglesias de las broncas de ‘Sálvame’

Es el argumento de ‘Quemar después de leer’, la película de los hermanos Coen en la que Linda, la descerebrada empleada de un gimnasio, chantajea a la CIA con un CD privado que ha extraviado uno de sus exagentes y obtiene, así, el dinero que necesita para hacerse una operación de cirugía estética. Sobre ese ridículo móvil se construye un castillo conspiratorio que trae de cabeza a la Inteligencia norteamericana y en el que acaba implicada hasta la diplomacia rusa. Me he acordado de esa comedia tratando de entender esa historieta para no dormir que tiene como héroe estelar a nuestro inefable vicepresidente segundo del Gobierno. La verdad es que da tranquilidad saber que tiene un pie metido en el CNI un sujeto capaz de apropiarse de la tarjeta del teléfono de una asesora, de ocultárselo durante meses y de devolvérsela quemada después de leer. Da seguridad recordar la acumulación de cargos que encarna un personaje que pasará a las hemerotecas como la estrella negra de la pandemia, el zascandil que se saltaba el estado de alarma animando caceroladas y revoluciones basura. Se llamó ‘cutrefamosos’ a los deslenguados de los programas de cotilleo, sin un pasado profesional en el periodismo ni el espectáculo. Hoy hemos dado un paso en esa socializante dirección con el ‘cutreministro’, que es una versión de ese mismo fenómeno pero aplicado a la política.

Iglesias ha puesto muy alto el listón ministerial. Lo ha puesto a la altura de Pocholo Martínez-Bordiú. La verdad es que cuesta distinguir los líos del vice de las broncas de ‘Sálvame’ o el ‘Gran Hermano’, esa conspiración judeomasónica que se inventó contra sí mismo y en la que ha acabado imputable; esa comedia de enredo en cuyo reparto no faltan Villarejo ni la denunciante que se retracta de la denuncia porque el denunciado ha usado su mano larga para comprarla con un puesto laboral. La querencia por la telefonía móvil femenina es uno de los signos que delatan al maltratador clásico. El celoso patológico controla las llamadas y mensajes de su pareja. En el caso de ‘La Manada’, jugó un papel definitivo en la sentencia la sustracción del móvil a la víctima por parte de uno de los violadores. ¿De verdad le compensa a una víctima de semejante maltrato mantener la boca cerrada por la dirección de un periódico digital? ¿De verdad podrá defender la igualdad un periódico marcado por ese alarde de desigualdad? Ésa es la gran cuestión ética de una historieta en la que sólo falta el diálogo que cierra la peli de los Coen entre el jefe de la CIA y su subordinado:

-¿Qué hemos aprendido?

-Supongo que a no volver a hacerlo otra vez. Aunque ojalá supiéramos qué es lo que hemos hecho.

-Es difícil saberlo.