JORGE BUSTOS-EL MUNDO

Cada día más gente piensa que el hombre no ha llegado a la Luna, que el feminismo es suyo o que PedroSánchez es de izquierdas. La fe renace, y los cartesianos yacen sin crédito bajo libros de papel. Las redes sociales son púlpitos calvinistas donde entablan sus guerras de religión predicadores con grado en negacionismo y máster en hoguera. El más conmovedor de todos es el exfutbolista Javi Poves. Con 25 años expuso sus razones para dejar el fútbol en La Nueva España: «En vez de tanto 15-M y tanta hostia, hay que ir a los bancos y quemarlos, cortar cabezas. Así de claro». Su alma adánica salida de una novela de Dostoievski no soportó el descubrimiento de que el fútbol es un negocio, así que pidió que no le pagaran por transferencia, después devolvió el coche que le puso el Sporting y al fin abandonó su carrera. Manolo Preciado le dijo que tenía una pedrada en la cabeza. Pero él estaba convencido de que la pedrada la tenían todos los demás, que es lo que piensan los santos, los locos y los comunistas.

Han pasado los años y hoy Javi Poves preside el Flat Earth FC, antiguo Móstoles, que ya nos dio al alcalde que se levantó contra Napoleón y ahora nos regala al visionario que desmiente a Galileo. Poves proclama que la tierra es plana, que Pedro Duque es un impostor –como astronauta, no como ministro, que en esto quizá habría consenso– y que su club es el único que no está geolocalizado, porque una cosa es que la tierra sea plana y otra que no podamos encontrar en ella algún lugar donde escondernos. Móstoles, sin ir más lejos. Los medios llevan semanas riéndose de las geniales teorías de Poves, que se ha prestado a las entrevistas con la contumacia del buen hereje. Confieso que las he oído y leído todas. Confieso que el caso Poves me fascina. Y finalmente está ocurriendo lo que me temía: el escepticismo povesiano se extiende. Nadie cree ya que Poves defienda lo que defiende por convicción, sino por una calculada estrategia de publicidad para su equipo. Su mentalidad de resistencia a lo evidente ha vencido.

Poves no es por tanto la excepción lunática a un mundo de cuerdos. Poves es ya mainstream, un portavoz más –si queréis algo más teatral– de la filosofía de la sospecha que otros llaman posverdad y que consiste en sustituir la vigencia de la veracidad por el atractivo de la verosimilitud. El dato frío por la trama excitante. El cerebro humano no fue moldeado por la ciencia sino por el mito. Nos cablearon para la credulidad narrativa que cohesiona a la tribu contra el ejercicio crítico que la disuelve. El terraplanismo, como la vetocracia, tienen éxito porque nos definimos por oposición a quien maliciamos que planea engañarnos. De mí no se ríe ni mi padre, clama el quijote español, artista de la paranoia. Y se acaba riendo toda España.