ABC 08/11/16
EDITORIAL
AUNQUE la incertidumbre sigue dominando cualquier pronóstico sobre el resultado de las elecciones que hoy se celebran en Estados Unidos, la ventaja de Hillary Clinton en los estados clave que deciden la presidencia debería augurar su victoria frente a Donald Trump. Como siempre sucede en estos casos, votan los estadounidenses, pero el resto del mundo permanece en vela hasta conocer los resultados, sobre todo en unas elecciones que pueden desembocar en una alteración de los ejes de la economía mundial y de la colaboración estratégica entre EE.UU. y sus aliados. Trump ha defendido una política económica proteccionista, que suma apoyos en los estados agrícolas del país y en sectores industriales afectados por la competencia de países emergentes y de la UE. No es cuestión de despachar al candidato republicano con descalificaciones superficiales, porque ha sabido conectar con grupos sociales a los que la etapa Obama no les ha supuesto especiales mejoras en su nivel de vida. Cuestión distinta es que Trump, si ganara, difícilmente podría aplicar unilateralmente sus medidas rupturistas, al margen o en contra de los tratados internacionales y de la intervención del Senado.
En cuanto a la política de seguridad colectiva, mientras Clinton garantiza cierta continuidad, Trump, salvo en la lucha contra Daesh, es un ejemplo del unilateralismo y aislacionismo que ha caracterizado el discurso republicano desde los tiempos de George Washington, aunque la historia no ha permitido a EE.UU. desentenderse de sus aliados en ninguna de las dos Guerras Mundiales, ni en las sucesivas coaliciones internacionales lideradas en las dos guerras de Irak y en la lucha contra el terrorismo yihadista. Sin embargo, el repliegue de fuerzas, el ahorro en gastos y medios y la prioridad de evitar bajas será una dinámica fija gane quien gane, ya comenzada por George W. Bush y seguida por Barack Obama, a fin de estimular a los socios europeos a sufragarse una política de defensa más ambiciosa y autónoma.