ABC 14/09/13
· Todas las tentativas de aproximación de Pujol, Maragall y Mas han chocado con París.
En Francia es sencillamente inconcebible que una región imagine un «proyecto» impensable de secesión del Estado. Las más tímidas reivindicaciones de carácter cultural son automáticamente «puestas en su sitio» por el ministro o Gobierno de turno.
Ante la reivindicación de algunos nacionalistas corsos de dar un carácter «cooficial» a la lengua corsa, el ministro del Interior, Manuel Valls, nacido en Barcelona, hijo de un gran pintor figurativo, Manuel Valls, español hasta los veinte años, puntualizó recientemente la posición oficial del Estado, con motivo de un viaje a Córcega: «Solo hay una lengua oficial de la República, el francés. No es concebible que haya en nuestro territorio una segunda lengua oficial».
Responder con la Marsellesa
En las últimas elecciones legislativas, Ségolène Royal, figura eminente del socialismo francés, madre de tres hijos del presidente François Hollande, participó en un mitin en el País Vasco francés, donde fue interpelada por grupúsculos nacionalistas vascos. Ségolène no respondió a ninguna pregunta, se puso en pie, cogió una bandera francesa y se puso a cantar el himno nacional, la Marsellesa.
Durante la última década, la Generalitat multiplicó las subvenciones y el apoyo a diversos proyectos políticos y periodísticos, intentando «exportar» el nacionalismo catalán, español, a la «Cataluña norte». Uno tras otro, todos los proyectos fracasaron. Las publicaciones en catalán se vieron forzadas a cerrar. Y los intentos de presencia política, electoral, han sufrido repetidos fracasos.
En Francia, el nacionalismo catalán no ha funcionado nunca. Siempre ha topado con tres resistencias de fondo. La tradición nacionalista catalana ha sido históricamente ultraminoritaria en Francia. Nunca ha tenido un apoyo social significativo. La tradición nacionalista occitana, francesa, por su parte, ha estado históricamente enfrentada con el nacionalismo catalán. Los grandes escritores occitanos franceses, como Mistral, nunca aceptaron la visión política de los nacionalistas catalanes. Por su parte, los nacionalistas occitanos franceses de los últimos 50 años siempre han denunciado el «coqueteo» de los nacionalistas catalanes, dispuestos a denunciar el centralismo madrileño al mismo tiempo que «hacen guiños» al centralismo parisino, mucho más jacobino y policial.
La Generalitat lleva veinte años intentando dar visibilidad «diplomática» a su representación en París. Mas, como Maragall y Pujol, han intentado en muchas ocasiones que sus «representantes» en París tengan algún tipo de acogida en algún Gobierno francés. Mitterrand, Chirac, Sarkozy y Hollande y sus gobiernos de los últimos treinta años han rechazado una y otra vez los numerosos intentos de «aproximación» que, en ocasiones, han tenido matices chuscos, como ocurría cuando el delegado de la Generalitat en París era uno de los hermanos Carod-Rovira, incansable en sus esfuerzos.
Recientemente, hubo un intento de «diálogo» directo con el ministro francés de la Defensa, al que se proyectaba «avanzar» el proyecto de «contar» con Francia para «asegurar» la defensa de una hipotética Cataluña «independiente». El ministro francés anuló horrorizado el proyecto de «encuentro», alejadísimo de los intereses de Francia, que tiene con España un Consejo de defensa común que desconocían los asesores del presidente Mas.
ABC 14/09/13