Editorial, EL MUNDO, 3/9/11
LOS NACIONALISTAS escenificaron ayer en el Congreso su rechazo a la reforma constitucional al presentarse como víctimas de «un acuerdo antidemocrático» de PSOE y PP. «Ellos se lo han guisado y ellos se lo van a comer sólos», manifestó Duran i Lleida, portavoz de CiU, formación que, junto al resto de partidos nacionalistas, optó por no votar.
La reforma del artículo 135 de la Constitución en la que se establece el principio de estabilidad presupuestaria en todas las Administraciones Públicas contó, sin embargo, con el respaldo de 316 votos de diputados del PSOE y del PP, superando holgadamente las tres quintas partes exigidas para introducir esta modificación en la Carta Magna.
Pero los diputados de CiU y PNV decidieron no participar en señal de disconformidad, al igual que los representantes de IU y el resto de partidos nacionalistas, que se ausentaron de la Cámara en el momento de la votación.
En todas sus intervenciones, los nacionalistas utilizaron términos como «exclusión», «atropello», «involución » y otros calificativos similares. Duran llegó a decir que «CiU ya no se siente representada en la Constitución», en línea con las palabras pronunciadas anteayer por Artur Mas, que subrayó que esta reforma «distanciará emocionalmente» a Cataluña de España.
El tono empleado por Duran contrasta con los esfuerzos realizados ayer por los portavoces del PSOE y del PP, que ofrecieron varias enmiendas transaccionales a CiU en un intento de conseguir que, al menos, se abstuviera participando en la votación del texto de la reforma. Apelando al reglamento de la Cámara, el comunista Llamazares impidió que se votaran esas enmiendas, pero nada habría cambiado en el fondo porque los nacionalistas catalanes ya habían decidido aprovechar la iniciativa de los dos grandes partidos para escenificar su victimismo.
Todo indica que, a menos de tres meses de las elecciones, CiU y PNV han optado por distanciarse de un acuerdo que iba en contra de sus intereses políticos y por apuntarse a un rechazo que podrán rentabilizar de cara a su electorado. Ya habrá tiempo de limar asperezas con el Gobierno que salga de esas elecciones cuando a ambos les interese pactar.
Durante la tramitación de la reforma, CiU, PNV y el resto de las minorías han mantenido una actitud muy poco responsable, adoptando un discurso demagógico muy en sintonía con el movimiento de los indignados y el sector más radical de las redes sociales, que han presentado la estabilidad presupuestaria como un ataque a la soberanía democrática. Esta acusación carece de fundamento, ya que habría que recordar a los nacionalistas, que tanto se quejan ahora, que las causas que han forzado a aprobar esta iniciativa han sido el despilfarro y la mala gestión de muchas comunidades autónomas.
El espectáculo que ofrecieron los nacionalistas contrasta con la posición del PSOE y del PP, que han sido capaces de aparcar sus intereses electorales y sus profundas diferencias para impulsar una medida que será muy beneficiosa a largo plazo para la economía del país.
El pacto entre los dos grandes partidos supone un precedente muy importante de cara al futuro, puesto que se demuestra que ambos son capaces de llegar a compromisos para hacer frente a la crisis, algo que no parecía posible hace unos meses. Hay que subrayar especialmente la meritoria actitud del PSOE, que ha apoyado una reforma que va contra lo que había defendido hasta hace muy poco y que probablemente no ha sido bien comprendida por sus bases pese a que España saldrá ganando con unas cuentas públicas equilibradas.
Editorial, EL MUNDO, 3/9/11