Editorial-El Mundo
EL PACTO de Estado por la Educación en España se parece a la caza del unicornio: un consenso tan deseable como quimérico. La que sin ninguna duda es la reforma más decisiva para la futura prosperidad del país se frustra casi una vez por legislatura por culpa del sectarismo irreductible de los partidos llamados a entenderse. La razón de fondo es que la educación aún es concebida en España como un campo de batalla ideológica donde unas veces la derecha y otras la izquierda renuncian al acuerdo de largo alcance, a causa de los tercos condicionamientos y las desfasadas lealtades que ambos extremos mantienen con sus respectivas clientelas más polarizadas. Y nadie parece dispuesto a renunciar a sus líneas rojas convencionales en beneficio de las próximas generaciones, porque faltan políticos capaces de mirar más allá de las próximas elecciones.
En esta ocasión, ha sido el PSOE el responsable de que haya vuelto a saltar por los aires la esperanza de solucionar las acuciantes deficiencias de la enseñanza en España. La formación que lidera Pedro Sánchez se levantó ayer de la mesa donde se negociaba el pacto educativo desde hace meses. El motivo aducido es la insuficiente propuesta financiera del PP: una partida de 5.000 millones de euros hasta 2025 que sólo ha sido apoyada por Ciudadanos. Pero ni ésa es una cifra irrelevante ni la financiación es la panacea que resolverá todos los problemas de nuestro modelo educativo, en el que influyen además los enfoques metodológicos, la formación del profesorado o el fomento de la cultura del esfuerzo. Criterios que se trataba de armonizar en el pacto.
La espantada socialista se enmarca en la estrategia de frontalidad con que Sánchez trata de recuperar perfil propio tras el respaldo al 155, sintonía que al sanchismo parece quemarle en las manos. Así se explica el anuncio de una cuestión de confianza si Rajoy no consigue aprobar unos Presupuestos que el PSOE ni se molesta en transaccionar, o la pugna con Podemos por la bandera antifranquista con su vuelta de tuerca a la Ley de Memoria Histórica, o su demagógica propuesta de subir los impuestos a la banca para pagar las pensiones. El líder del PSOE parece apostar por el regreso del no es no. Pero si optando por la radicalización quizá reconquiste votos fugados a Podemos, también perderá otros que se van a Cs. Olvida que el PSOE forjó su hegemonía desde el centro izquierda.
Javier Fernández pedía en estas páginas un esfuerzo de conciliación para suturar las heridas en el partido, máxime tras el veto a Elena Valenciano. La respuesta de Sánchez fue remitir a Fernández al Comité, órgano que se ha encargado de vaciar de sentido. La lección de responsabilidad que ha dado la militancia del SPD apoyando la gran coalición a cambio de puntos de su programa, resbala sobre el impermeable proceso de bunquerización del sanchismo.