Cuando el jueves se sentó Javier Ortega Smith con Federico Jiménez Losantos, no parecía sospechar que sus horas como secretario general de Vox estaban contadas. Tan contadas que apenas le quedaban tres, porque Santiago Abascal lo descabalgaba del mando cuando no era aún la una de la tarde. Sin embargo, no debe entenderse esto como una destitución, líbrenos el señor, sino como un paso al lado, un acto de generosidad y un especial servicio al partido al dejar la Secretaría General para centrarse en una tarea urgente que va a requerir todos sus esfuerzos: la de encabezar la lista de Vox a las elecciones municipales como candidato a alcalde de Madrid.
Que le vaya a requerir muchos esfuerzos es una previsión prudente, especialmente si tenemos en cuenta que en las municipales de 2019 ya había optado a la Alcaldía de Madrid con unos resultados francamente mejo0rables: Ortega Smith quedó el quinto entre los aspirantes a la alcaldía de Madrid, por detrás de Más Madrid, que obtuvo 19 escaños, el PP que sacó 15; Ciudadanos, con once y el PSOE con ocho. Vox obtuvo en aquellos comicios cuatro escaños. Se comprende que para mejorar ese estado de cosas va a tener que concentrarse mucho y no distraerse con asuntos que sean ajenos a este.
Es una lógica que no afecta a su sucesor en la secretaría general, a quien llaman con afán simplificador ‘el negro de Vox’, piensa ejercer el cargo sin renunciar al liderazgo de Vox en Cataluña, donde obtuvo un resultado más que notable en 2021: 11 escaños, superando la suma de las representaciones parlamentarias obtenidas por Ciudadanos, (6) que durante la legislatura había perdido 30 escaños y del PP, que consiguió solamente tres escaños. No parece que Ignacio Garriga vaya a renunciar al liderazgo de Vox en Cataluña mientras ejerce como secretario general, de donde se deduce que algo no es como nos lo cuentan.
Ortega Smith es un tipo recio, de esos a quienes les cuadraría mejor la inversión de los términos que definen su cargo; era más un general secretario que un secretario general, algo que también le pasó en su día al número 2 del PP, Francisco Álvarez-Cascos o ya en tiempos recientes a Teodoro García Egea si nos da por abaratar la reciedumbre.
Javier Ortega Smith ha dejado sensaciones encontradas a su paso por la secretaría general. Su desencuentro total con Macarena Olona fue una de las razones de la dimisión de la candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía, empeño en el que ella cometió algunos errores notables que ha terminado pagando con la renuncia a su vida política. No cabe duda de que su acusación sobre la falta de democracia interna en Vox estaba dirigida sin disimulo alguno contra Ortega Smith. Su caída, cuya relación con el asunto Macarena niegan con rotundidad los dirigentes del partido, tiene sin duda más causas por la geografía española, aunque no puede descartarse que esta sea una de ellas. La vicesecretaria en el Congreso gozaba de una simpatía general entre los suyos por su trabajo parlamentario. La caída de Ortega será una compensación ligeramente dulce para un trago de sabor amargo. Quien más se ha alegrado con el relevo es sin duda el alcalde Martínez-Almeida. Y quién peor lo debe de estar llevando es la chusma de la coalición de gobierno: “Y ahora que nos ponen un negro, ¿con qué argumento les acusamos de racistas y xenófobos?”