El neumático

EL MUNDO 13/11/14
ARCADI ESPADA

HUBO UN momento sorprendente ayer a mediodía cuando el presidente Rajoy dijo que aún estaba esperando que le dijeran lo que tenía que haber hecho. Se refería a su actitud frente a la exhibida desobediencia de la Generalidad. No voy a negar que yo tenga algunas ideas, pero me parecería de una asombrosa osadía exponerlas. La democracia, una delegación, es el sistema político ideado para que el ciudadano se despreocupe del modo en que debe defender su casa y su hacienda. La situación política española ha llegado al punto de que el presidente del Gobierno abra un concurso de ideas para defender el Estado de Derecho y el llamado, y no vagamente, imperio de la ley. El presidente defendió, incluso deletreándolo, el concepto de proporcionalidad. Lo han hecho también otros aspirantes al mainstream español. A mí también me gusta la proporcionalidad. Durante 11 horas y a la vista del mundo, unos altos funcionarios públicos cometieron un delito de desobediencia. La respuesta de la autoridad fue inexistente, lo que me parece por completo desproporcionado. Esa autoridad, gubernativa y judicial, defendió su inacción «para no crear más perjuicios de los que se quería evitar». Es un lugar común estimable. Pero está viciado por el síndrome youtube y la información basura. Comprendo que unos neumáticos quemados se vean más, y hasta huelan más, que la jactanciosa burla de la ley perpetrada por quienes están obligados a cumplirla y hacerla cumplir. Pero no me parecen perjuicios comparables: hágase la ley y perezca el neumático. La actitud del presidente estuvo determinada el 9 de noviembre por el gran mantra nacionalista y sus tontos útiles: no les provoquemos o crecerán como las setas. Pues bien, después de treinta años de cuidados intensivos y ahora que han crecido como la amanita muscaria es el momento de que el César piense, y actúe, en términos lógicos. El número de independentistas crecerá mientras sus descargas ilegales les sigan saliendo gratis. En este sentido el domingo fue un día inolvidable: quién no se apunta a saltarse la ley gozosamente para volver a casa cuando el heroico ministro de Justicia les dice por la tele, con su poquito de ceño, que han sido malotes.

Es hora de que los secesionistas paguen, empezando por el principal. A ver cuántos van quedando. Será el momento apropiado para que el presidente pueda contarlos atendiendo a sus propios cálculos y sin legitimar, como hizo ayer con torpeza, el sedicente censo nacionalista.