Rajoy planteó otras dos opciones más: hablar sobre la oferta que ya puso sobre la mesa tras el 20-D con vistas a formar un Gobierno de gran coalición, o bien partir de los puntos de coincidencia que existen entre el programa del PP y el documento para un Gobierno del cambio que firmaron PSOE y Ciudadanos el pasado 24 de febrero.
Pero Sánchez no cedió. El líder del PSOE acudió a la cita, que duró casi una hora, con el mismo mensaje que ya trasladó a Rajoy el 13 de julio: el PSOE no entrará en un Gobierno de coalición y tampoco negociará acuerdo alguno que implique el voto a favor o la abstención en la investidura del presidente en funciones.
«La izquierda no tiene por qué apoyar a las derechas», fue el resumen que repitió ante los periodistas. Sánchez se aferró a la idea de que el Comité Federal del 9 de julio resolvió de forma «prácticamente unánime» que los diputados socialistas deben votar no al PP. Y no contempló la posibilidad de negociar ningún cambio de postura porque, dijo, «el PSOE es la alternativa al PP». A partir de ahí, urgió una vez más al candidato del PP a recabar los mismos apoyos que logró para imponerse en la Mesa del Congreso, es decir, con C’s, PNV y el Partit Demòcrata Catalá (antigua Convergència).
Pese a este rechazo que, hoy por hoy, parece firme, Rajoy mantiene que no tirará la toalla. «Estoy dispuesto a hacer todo lo posible y también lo imposible para que haya Gobierno», advirtió poco antes de reunirse con el socialista. Al término de la cita, y a la vista de la negativa que recibió, lanzó un aviso: «Si Sánchez se mantiene en el no volveremos a repetir elecciones. Su respuesta implica el bloqueo. Esto es un hecho objetivo». Los terceros comicios en un año serían, en opinión del presidente en funciones, «un auténtico disparate».
Lo paradójico es que todas las fuerzas políticas coinciden en este último punto, incluido el PSOE, pero parecen, por ahora, muy poco dispuestas a dar pasos definitivos para encontrar una solución.
Rajoy explicó que durante el encuentro expuso a su interlocutor «la gravedad de la situación» y «la urgencia de formar Gobierno». La aprobación de unos Presupuestos para 2017 y remitir a Bruselas el 15 de octubre los planes para cumplir con la senda de consolidación fiscal son los primeros objetivos.
A España le va mucho en ello porque, de no hacerlo en tiempo y forma, se enfrentará, esta vez sí, a una multa casi imposible de sortear equivalente al 0,5% del PIB, esto es, 5.000 millones, además de soportar una retención de los fondos estructurales de otros 1.000 millones.
Estos problemas se sumarían a la pérdida de confianza en el exterior que tendría que asumir el país, a la incertidumbre política y económica y al descrédito creciente de las instituciones ante la ciudadanía.
Ése fue el primer mensaje de Rajoy a Sánchez antes de acuciarle a adquirir «algunos compromisos» sin los cuales no será posible ni la investidura ni la gobernabilidad. Esos acuerdos mínimos son los que, en su opinión, deberían ser explorados por los correspondientes grupos de trabajo.
El candidato planteó cuatro: uno dedicado a buscar acuerdos en el marco institucional y de regeneración democrática; otro centrado en posibles pactos para impulsar el crecimiento económico y el empleo; un tercero centrado en educación y, finalmente, uno volcado en la política social.
Sobre las conclusiones de esos comités se podría elaborar, según Rajoy, «una agenda de trabajo para la legislatura». Y, a continuación, se decidiría el modelo de colaboración entre partidos para gobernar.
«Éste es», opinó el líder del PP, «un planteamiento democrático, razonable y que transmitiría un buen mensaje. Si se quiere, se puede», concluyó, incidiendo una vez más en su teoría de que lo que ahora resulta imprescindible es mostrar «voluntad política».
El presidente en funciones se reunirá hoy con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en quien espera encontrar una actitud más dispuesta al entendimiento. Al menos no encerrada en la dicotomía izquierda/derecha. Rajoy mantiene que en la situación actual cabe más pensar en frentes diferentes en función de si se está o no en la defensa de la Constitución o si el partido en cuestión se sitúa en el bloque moderado o en el radical. «Hay que buscar», dijo, «lo que nos une y no lo que nos divide».
El candidato tiene previsto, además, mantener hoy un despacho con el Rey, que se desplazará para ello a Madrid desde Palma de Mallorca. Y, en los próximos días, contactará con el resto de líderes políticos, incluidos aquellos a los que ni siquiera pedirá apoyo porque sabe a ciencia cierta que nunca se lo darían.
Su intención es, una vez haya avanzado la ronda, reunirse con la presidenta del Congreso, Ana Pastor. En esta cita debería decidirse la fecha del pleno de investidura. Sin embargo, Rajoy sigue sin aclarar si finalmente se presentará a la misma aun cuando no consiga reunir los apoyos que le garanticen el éxito.
Desvelar esta incógnita fue ayer uno de los principales empeños de Sánchez. Y a buen seguro lo será también hoy de Rivera. Rajoy prefiere callar y precisamente eso fue lo que indujo al secretario general del PSOE a asegurar que salía de la reunión «mucho más preocupado» de lo que estaba cuando entró. Para Sánchez no hay ninguna duda, y así se lo hizo saber, de que tiene que «asumir su responsabilidad constitucional» y, en consecuencia, no puede hacer otra cosa que presentarse a la investidura.
El líder del PSOE insistió en la necesidad de actuar con «transparencia» y despejar las dudas de los ciudadanos; sin embargo, él tampoco dudó en coquetear con la ambigüedad cuando evitó descartar absolutamente que el no actual del PSOE pueda convertirse finalmente en una abstención, aunque algo así siempre tendría que decidirlo el Comité Federal y sólo una vez que Rajoy haya fijado la fecha de la investidura, y tampoco cuando se le pidió un pronunciamiento claro acerca de la posibilidad de que él mismo intente una alternativa de Gobierno si finalmente el candidato popular no logra la confianza de la Cámara.