Daniel Lacalle -El Español
«All the media here for the show. I’ve been waiting for our friends to come». Ian Anderson.
Cada vez que en España hay elecciones o los datos macroeconómicos son pobres, dos cosas demasiado frecuentes, Sánchez saca la maquinaria de propaganda y nos vuelve a vender su ‘plan’. Esta es la novena vez que nos presenta su Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Y es la novena vez en la que vemos un documento vacío de contenido real, lleno de vaguedades y brindis al sol y estimaciones de ciencia ficción.
«Sánchez reparte 70.000 millones de euros» anunciaba a bombo y platillo El País. Él. Reparte. Qué generoso. Ya no es el dinero de la Unión Europea, es él.
¿Y qué nos dicen las 211 páginas del documento presentado por el Gobierno? Nada.
Hay cosas que solo un socialista podría justificar sin sonrojarse. «En términos agregados, el empleo generado por el Plan podría superar los 800.000 puestos de trabajo al cabo del periodo de ejecución del Plan, lo que equivaldría a unos 12 empleos por cada millón de euros invertido» (pag 207) anuncia alegremente el documento. Casi 100.000 euros de coste por empleo prometido. Y les parece un exitazo. Además de que no se cumplirá, escandaliza la alegría con la que hacen semejante cálculo y, en vez de esconderlo avergonzados, lo publican.
Casi 100.000 euros de coste por empleo prometido. Y les parece un exitazo
El documento se queja de la baja inversión pública de los últimos años sin mencionar una sola vez el despilfarro, ni los excesos del pasado. De hecho, pone como ejemplo de cénit de inversión pública (gráfico 10 pág. 208) el mayor periodo de despilfarro en elefantes blancos de nuestra historia reciente.
No olvidemos que el Estado ha «despilfarrado» más de 45.000 millones de euros en 20 años en infraestructuras innecesarias (informe Aproximación a la Geografía del despilfarro en España: balance de las últimas dos décadas). A la depreciación de muchos de esos activos innecesarios lo llaman «destrucción de capital público» (pág. 209) y se quedan tan contentos.
¿Recuerdan que el Gobierno y sus socios se han pasado años criticando la baja inversión en I+D? Pues el Plan estrella de Sánchez ningunea la I+D a una anécdota y al turismo, que ha sufrido un desastre de más de 100.000 millones de euros, le dedica 3.400 millones.
¿Dónde se va la mayoría del dinero? A un ‘Plan E’ escondido. 13.200 millones de euros a movilidad sostenible (electrificar las vías públicas y transición al vehículo eléctrico); 6.820 millones a rehabilitación de vivienda y regeneración urbana (paneles solares, eficiencia energética de las viviendas); y 4.315 millones de euros a la “modernización de las Administraciones Públicas”.
¿Dónde se va la mayoría del dinero? A un ‘Plan E’ escondido
Todo eso es ladrillo escondido de buenas intenciones. Pero lo más importante, nada de ello necesitaba de enormes partidas inversoras por parte del Estado. El desarrollo de la movilidad eléctrica, transición al vehículo eléctrico y eficiencia energética estaba en marcha desde hace años gracias al impulso de las empresas innovadoras eléctricas y automovilísticas.
En vez de demonizar al diésel y a la industria, lo único que tenía que hacer el Gobierno era dejar a estas empresas avanzar en lo que ya estaban haciendo antes.
Dice el documento que «la inversión en tecnología e infraestructura verde y el impulso de la digitalización son piedras angulares del Plan de Recuperación, recibiendo el 39,12% y el 29% del total de los fondos» (cuando es ladrillo y gasto corriente de toda la vida y cosas que en cualquier caso ya estaban en marcha o disponibles hace años). Y estima que supondrá «una mejora de 0,2 puntos porcentuales en la tasa de crecimiento de las exportaciones a largo plazo» (pág. 57), una cifra inventada, sin ningún detalle y encima, ridícula.
El plan se vanagloria de proponer reformas y, sin embargo, la mayoría son brindis al sol y contrarreformas que, en muchos casos, van en sentido contrario a lo que la Unión Europea exige. No hay ninguna concreción, solo mensajes buenistas.
El hachazo fiscal que incorpora el plan se incluye bajo términos como «ajustes en los impuestos existentes» (subir), «adaptación de la fiscalidad» (subir), y un concepto inventado que es «fiscalidad del siglo XXI» (subir impuestos).
Hay que recordar que la totalidad de los aspectos innovadores y tecnológicos del plan no solo se pueden hacer por parte de la empresa privada, sino que ya están en marcha sin necesidad de ‘Planes E’ estatales. Es más, la totalidad del Plan va a beneficiar a grandes corporaciones que se han adaptado admirablemente a la crisis, con balances saneados y planes de inversión que se han mantenido incluso en la crisis de la Covid-19. La inversión en tecnología, renovables, eficiencia y vehículo eléctrico no sufre de falta de acceso a capital inversor, todo lo contrario.
El Plan ahonda en una visión extractiva, dirigista y confiscatoria de la economía. Un plan que fracasará, como tantos anteriores, por estar decidido y dirigido desde el poder político por personas que jamás han creado un puesto de trabajo.
El Plan ahonda en una visión extractiva, dirigista y confiscatoria de la economía
Mientras dirige decenas de miles de millones a sectores y empresas que no tienen el más mínimo problema de acceso a capital, apetito inversor y financiación competitiva, detraerá decenas de miles de millones de los consumidores con impuestos indirectos y directos. ¿Lo peor? Que dejará un reguero de deuda y sobrecapacidad que lastrará la economía durante décadas y no creará ni de lejos los empleos que promete.
Las pymes y autónomos, como siempre, están olvidados o mencionados tangencialmente sin concreción alguna…. Y el turismo. Bueno, al turismo lo ningunea con una cantidad irrisoria.
El plan, que presume de buscar transformar la economía «para varias generaciones», cosa que es absolutamente falsa en cualquier caso, ni ha sido consensuado con la oposición, ni con los empresarios, ni con los autónomos, ni con las comunidades autónomas donde no gobierna el PSOE.
El ‘Plan de Sánchez’ no es histórico ni el mayor implementado en España, eso corresponde a varios planes ya vistos en este país, desde el de infraestructuras de José Blanco al Juncker. En lo que es muy diferente es en su espíritu confiscatorio y extractivo. Una gigante transferencia de renta de los consumidores y contribuyentes al Gobierno y las grandes empresas.