JAVIER OTAOLA-EL CORREO

  • ¿Es factible un sistema duradero y estable de dictadura política (sociedad cerrada) y libre mercado eficiente?

Hong-Kong se reintegró en la China comunista en 1997 bajo la promesa de conservar sus libertades de expresión, reunión y prensa, completamente inimaginables en la China continental con una improbable fórmula que se denominó ‘una nación, dos sistemas’ pero el Partido Comunista, hoy, está ‘rehaciendo’ la sociedad hongkonesa. Se están generalizando, como en el resto del país, mecanismos de delación entre vecinos y colegas respecto de los que se manifiestan como ‘desafectos al régimen’. Se instruye a los profesores para que se empleen en inculcar a los estudiantes lo que podríamos llamar ‘espíritu patriótico’, mediante la impartición de una especie de Formación del Espíritu Nacional a través de un libro de texto titulado ‘Mi hogar está en China’, y las bibliotecas públicas están eliminando determinados autores de sus estantes, como por ejemplo obras del reverendo Martin Luther King o Nelson Mandela…

Pero lo que está sucediendo con Hong-Kong me parece sólo un síntoma de un fenómeno de mayor magnitud. El Partido Comunista Chino bajo el caudillaje de su actual secretario general y líder está empeñado en un gran experimento ideológico-político que hasta ahora hemos considerado un oxímoron: hacer compatible de manera duradera y estable una dictadura política de partido único y un mercado libre eficiente. Las ideas de Xi tienen su antecedente en Deng Xiaoping y su teoría del ‘Socialismo con características chinas’ que se incluyó en la Constitución china de 1999. El mismo Xi ha logrado incorporar su nombre y su ‘pensamiento político’ a la nueva Constitución de China dando lugar (perdón por la abrupta comparación) a una especie de franquismo a gran escala en el que, más allá de las diferencias retóricas y culturales, hay semejanzas funcionales en lo que podemos definir como la clásica receta de todo ‘movimiento nacional’, a saber: dictadura política, culto a la personalidad del caudillo, retórica meritocrática, hipernacionalismo y todo ello además combinado con una economía de mercado más o menos dirigida.

La apuesta no es gratuita, sino que implica la materialización de una distopía que promete desarrollo económico a cambio de sumisión y de renunciar a la cultura de los derechos humanos y libertades individuales de participación política, sindicación, pensamiento, expresión, asociación y religión. El fin de la sociedad abierta.

A menor escala, ese mismo paradigma se aplicó, con cierto éxito temporal, en Portugal bajo la dictadura de Salazar, en España con el partido único del Movimiento Nacional del general Franco surgido de la Guerra Civil y en Corea del Sur con Park Chung-hee, pero ni Portugal, ni España ni Corea del Sur tenían ambición de superpotencias ni la escala planetaria de China.

Como todo caudillo que se precie, Xi apoya su discurso en una imagen personal paternalista -pero ejerce un poder dictatorial que no admite réplica-, cuenta con un disciplinado partido que actúa como un reinventado mandarinato de ‘funcionarios celestes’ y practica un nacionalismo inflamado que pretende compensar la dureza de las condiciones de trabajo de la población con el sueño de recuperar el antiguo poder y la gloria del Celeste Imperio.

Recomiendo el visionado del video(1) dedicado al desfile de las fuerzas armadas y del ‘pueblo’ con motivo del 70 aniversario de la fundación de la República China: Es un ejemplo insuperable de la estética militarista y nacionalista de todas las dictaduras que en el mundo han sido. No falta ni el ‘paso de la oca’, ni los ‘coros y danzas’, ni la exhibición fálica de todo tipo de armas, ni el culto a la personalidad del caudillo Xi, ni la sentimentalidad nacionalista al paso del líder, ni la redundante presencia de todos los tics de la unanimidad inapelable.

Xi Jinping no está interesado en una ciudadanía libre y una sociedad abierta, y por si hacía falta aclararlo lo ha demostrado meridianamente con el ocultismo informativo y la censura con la que ha gestionado todo lo relativo al origen de la infección inicial por coronavirus, origen de la pandemia.

El nuevo ‘comunismo capitalista’ ha permitido generalizar, sin renunciar a la dictadura del partido, un bienestar material desconocido durante la aplicación de la economía planificada de tipo leninista, y en lo internacional ha hecho de China una referencia no solo económica sino también militar, política y tecnológica.

La ambición de Xi es el mayor desafío ideológico que tiene hoy, a mi juicio, la cultura de los derechos humanos y la sociedad abierta (Karl Popper) tal y como la conocemos en Occidente. La inquietante cuestión teórico-práctica que nos plantea Xi se podría formular así: ¿Es factible un sistema duradero y estable de dictadura política (sociedad cerrada) y libre mercado eficiente?