El Correo-JOSÉ MARÍA PORTILLO

Profesor de Historia Contemporánea de la UPV/EHU En España hay varias naciones, pero también las hay en Cataluña, Euskadi o Galicia. El federalismo es la vía que más posibilidades ofrece, pero siempre con solución constitucional

Si en las elecciones del 28-A era tendencia, en estas últimas se ha convertido en un hecho contundente: el Parlamento español se va a parecer mucho a una especie de ‘ONU’ ibérica. Cerca de noventa representantes están ahí enviados por un programa político que hace de la identidad nacional un imperativo y otros seis para actuar como una especie de procuradores regionales ante la autoridad central. No sé si esto responde a la pregunta que insistentemente le hacían desde el Partido Popular y Ciudadanos a los socialistas en los debates electorales: ¿cuántas naciones hay en España? Ellos respondían con un mapa en la mano diciendo que solamente veían una, España. Bueno, esa es justamente la idea de 52 de esos diputados que están en el Congreso elegidos por un programa electoral que hace del imperativo nacional su razón de ser. El problema es que hay otros 36 que en sus respectivos territorios solo ven otra.

Lo que estos resultados están mostrando es, sin embargo, bastante más complejo. Evidencian, por un lado, la existencia de importantes contingentes ciudadanos que consideran que su identidad nacional (española, vasca, catalana o gallega) ha sido sobradamente respaldada electoralmente y que, por lo tanto, es innegable la entidad nacional del territorio correspondiente. Lo que es innegable, en realidad, es que sobre ese territorio se expresa con mayor o menor contundencia la identidad nacional que esa representación parlamentaria defiende. El dato, sin embargo, a tener en cuenta creo que se ha manifestado de manera elocuente: en España hay muchos nacionalistas españoles, como los hay catalanes en Cataluña, vascos en Euskadi y (menos) gallegos en Galicia.

Es también evidente que muchos otros españoles han decidido que en este puzzle de identidades es mejor confiar en aquellos partidos y agrupaciones que vayan al Congreso a Madrid a ver qué hay de lo suyo. A juzgar por estos resultados, sí, en España hay diferentes naciones y hay diferentes aspiraciones locales que no confían para su satisfacción en partidos ‘nacionales’.

Conviene no perder de vista, sin embargo, que estos resultados muestran con igual contundencia que no solo España es plural desde el punto de vista de las identidades nacionales. También lo son Cataluña, Euskadi y Galicia. En Cataluña los partidos que promueven la independencia han obtenido un apoyo del 42,59%; en el País Vasco los nacionalistas, sean independentistas o no, han sido respaldados por el 50,77%; y en

Galicia, por el 8,13%. Es, por lo tanto, un error mayúsculo seguir planteando la existencia de identidades nacionales enfrentadas entre Cataluña y España o entre Euskadi y España. Sí se exige, y está bien, que se lean los resultados electorales para constatar la fuerte representación nacionalista respectiva, deben también leerse para comprobar que lo realmente plural desde este punto de vista son Cataluña, País Vasco o Galicia.

Este análisis creo que es relevante si el Gobierno quiere, como propone el punto noveno del preacuerdo de Gobierno establecido hace unos días por PSOE y Unidas Podemos, iniciar un camino de diálogo y acuerdo con la intención de recuperar consensos constitucionales que permitan convivir tan variadas identidades nacionales. En primer lugar, porque parece bastante evidente que estos resultados están pidiendo a gritos entrar en dicha cuestión por supuesto con el debido respeto a las reglas del juego, pero también con el debido respeto a la judicatura, cuya función nada tiene que ver con la resolución de las cuestiones políticas pendientes.

En segundo lugar, porque esos representantes (pocos todavía ciertamente, pero con cada elección alguno más) que están actuando como agentes en corte están también diciéndonos algo de las carencias del sistema actual de ordenación del Estado diseñado hace cuarenta años y para una transición de la dictadura a la democracia. En tercer lugar, porque no parece lo más democrático acudir a la vía de un referéndum de autodeterminación cuando las identidades son tan complejas en comunidades como Cataluña o Euskadi.

Sí, en España ciertamente hay varias naciones, pero también las hay en Cataluña, Euskadi o Galicia. ¿Cómo resolvemos razonablemente la convivencia de todos estos territorios? Personalmente creo que el federalismo es la vía que más posibilidades puede ofrecernos al respecto, aunque es también seguro que tendremos necesidad de innovar en las variedades conocidas de federalismo para poder encajar bien el puzzle español. Pero ante todo, cualquier solución deberá partir del reconocimiento del hecho que requiere solución constitucional.

Dicho de otro modo, no solamente es en el espacio español donde debe reconocerse la existencia de distintas identidades nacionales sino que es imprescindible que ese reconocimiento se haga también en Cataluña, Euskadi o Galicia. Ese sería un interesante arranque para un nuevo pacto constitucional.