Tonia Etxarri-El Correo

Se verán hoy las caras para iniciar la negociación sobre el próximo Gobierno vasco. PNV y PSE. Andoni Ortuzar e Idoia Mendia. La dirigente socialista había amagado, horas antes de la reunión, con la posibilidad de apoyar a los nacionalistas desde fuera, con un pacto de legislatura. Sin entrar en el Gobierno. Seguramente por bajar los humos al PNV. Pero muy pocos interlocutores mordieron ese anzuelo. Los candidatos de los dos partidos se han presentado prácticamente juntos en la campaña electoral. Daban por hecho que su coalición volvería a repetir experiencia. Esa baza a la que solían recurrir los socialistas en tiempos pasados -lo importante no es «con quién» nos aliamos, sino «para qué»- desapareció esta vez. Su alianza, en tiempos de crisis sanitaria y económica, se daba por amortizada.

Pero, una vez constatados los resultados electorales y comprobado que de los dos partidos que han gobernado en coalición solo el PNV ha obtenido un rédito considerable (dos puntos más de porcentaje y tres escaños más) se manifestó cierta inquietud en parte de la militancia socialista. El PSE no ha logrado rentabilizar su gestión en el Gobierno vasco. Y la de Sánchez durante la pandemia ejerció de lastre en el voto socialista vasco. Desplazó a Podemos del tercer lugar, cierto, pero no se cumplieron sus expectativas (un escaño más pero 4.500 votos menos).

Algunos lanzaron el guante sobre la necesidad de distanciarse del PNV. Por temor a la fagocitación del PNV. El mismo miedo que había reconocido Sánchez en una entrevista en el ‘Corriere della Sera’ al confesar que nunca estuvo interesado en pactar con el PP. «¿Sabe por qué el Pasok casi ha desaparecido?», preguntaba el entrevistado al periodista. «Porque formó la gran coalición con la derecha», se respondía.

Esa incertidumbre la recogió Idoia Mendia. Para encarecer su apoyo a la coalición con el PNV. Después de estos cuatro años de gobierno compartido, los socialistas necesitan trazar un perfil propio. Porque no lo han tenido. La que ha sido candidata a lehendakari presentaba a su partido como un dique de contención del nacionalismo. Lo cierto es que, de momento, el nuevo Estatuto vasco que deberá votarse en el Parlamento encalló en la derivada excluyente que habían firmado el PNV y EH Bildu en el primer borrador y, hoy por hoy, se desconoce hacia qué lado de la balanza se decantará la necesaria mayoría para dar luz verde a la reforma pendiente. Pero lo que ha quedado patente es que los socialistas vascos no han tenido la capacidad de influencia sobre el PNV como la que ha ejercido Pablo Iglesias sobre el Gobierno de La Moncloa. Todo lo contrario. Los socialistas se han comportado como el brazo alargado de Urkullu.

Nunca se perfiló como una opción real un Gobierno alternativo al PNV conformado por Bildu, PSE y Podemos. A pesar del ‘lema estrella’ de los populistas. Pero ahora, una vez recuperado el escaño de Bizkaia para PP+Cs, ni siquiera caben las ensoñaciones de los morados. Un escaño más para el PP+Cs. Y un tanto para el PNV. Que necesita seguir siendo influyente en Sánchez. Sus seis escaños en el Congreso han sido el salvavidas del Gobierno de Pedro y Pablo. Por lo tanto, y como Idoia Mendia necesita mantenerse en el poder y marcar perfil, quizás tenga que hacerlo desde dentro. Ella misma, consejera del nuevo Gobierno. Sería la novedad más relevante. Porque el Ejecutivo será el de antes. Pero esta vez, y gracias a los buenos resultados del PNV, con mayoría absoluta. Ya está dicho: sobrados.