Rubén Amón-El Confidencial
- La extinción de Cs proporciona al PP un ‘trasplante’ de regeneración que debe revestir de credibilidad el líder de los populares
La energía no se crea ni se destruye, se transforma. Tiene sentido evocar el principio fundacional de la termodinámica —muy poético, muy presocrático— para definir la misión de Ciudadanos en su periodo de agonía. Extinguir, se extingue el partido, pero la manera de hacerlo no debe consistir en la reyerta que ensangrentó las primarias, sino en proporcionar la energía de regeneración que Feijóo ha incorporado a su programa.
El contrato que el líder popular firmó con tanta solemnidad en el Oratorio de San Felipe Neri se abastece de las ideas y de las propuestas que identifican el proyecto liberal de Cs, tanto en el énfasis del escrúpulo institucional como en las garantías de la separación de poderes y en las iniciativas de transparencia. Podría hablarse incluso de un plagio si no fuera porque las medidas contribuyen al beneficio general. Y porque muchas de ellas sobrentienden que Feijóo es, en cierto modo, el nuevo líder de Ciudadanos.
No es sencillo regenerar un partido, el PP, cuyos fantasmas, pasado de corruptelas, redes clientelares, vicios bipartidistas y conservadurismo ideológico degradan la credibilidad de un proyecto regenerador. Tampoco ayuda la obstinación con que el PP desobedece la Constitución con el bloqueo a la renovación del CGPJ, ni lo hacen las relaciones peligrosas con Vox en las disputas patrioteras, supersticiosas y religiosas.
Es el contexto adverso y hostil en el que Feijóo lidera el viaje del PP hacia el cráter de Ciudadanos. Llegaron a votar al partido naranja 4,1 millones de españoles. Y se adhirieron al proyecto de Rivera los partidarios de un cambio, de una regeneración, de una reforma. Un remedio al populismo y al extremismo. Un cortocircuito al soberanismo. Y un espacio político-sociológico bastante heterogéneo y volátil, donde coincidían los socialdemócratas desamparados y los liberales huérfanos.
La descomposición contemporánea de Ciudadanos puede consumarse con la metáfora de un trasplante. El Partido Popular necesita reanimarse con un órgano vital sano. Y Cs puede convertirse en donante, como demuestra el inventario de las 60 medidas que se anunciaron en el templo de Cádiz.
Era un guiño evidente al tabernáculo del constitucionalismo y del liberalismo. Y una manera de colocar la proa del PP en la ruta donde espera movilizar a los socialistas desnortados y a los exvotantes ciudadanistas. Unos y otros comparten la pulsión antisanchista, pero Feijóo tiene que convencerlos de la idoneidad del PP como alternativa verosímil. Y de los cambios conceptuales y estructurales que implican el ejercicio de la conversión y de la transformación. Lo ha conseguido Juanma Moreno en Andalucía, desde el pragmatismo y desde una gestión sin aristas ideológicas ni conflictos doctrinales. Vox se ha degradado a la categoría de una fuerza irrelevante. Y han sido los antiguos votantes del PSOE —y los mutantes de Cs— quienes han dado al PP el margen definitivo de la mayoría absoluta.
Sabe de lo que habla Feijóo con sus resultados apabullantes en Galicia. También es consciente de que las analogías gallega y andaluza se resienten del peso que ha adquirido el independentismo en la política nacional. Y de la habilidad y temeridad con que Pedro Sánchez ha entretejido un vínculo indisoluble con las fuerzas que conspiran contra la unidad territorial.
Se explica así la necesidad de crecer hacia el centro. Y de tunear al PP con los retoques de un partido más liberal que conservador; menos confesional y rancio de cuanto acostumbran sus inercias; incompatible con el modelo de sociedad que defiende Vox; tan europeísta e íntegro como Ciudadanos, y mucho más consciente de lo que implica rezar por la Constitución en el Oratorio de San Felipe Neri. La paradoja del plan regenerador de Feijóo no solo consiste en que la Epifanía de Cádiz se parece muchísimo al pacto bilateral que firmaron Rivera y Sánchez en 2016, sino que coloca en grandes dificultades el modelo populista-personalista con que Díaz Ayuso gobierna la Comunidad de Madrid, incluido el uso propagandista de Telemadrid.
Ciudadanos no ha conseguido llevar al extremo sus mayores expectativas. Y ha padecido un escarmiento político y electoral muy superior a sus merecimientos, pero la energía del proyecto reformista puede aprovecharla Feijóo y manejarla como argumento movilizador de los votantes pasivos o desorientados, siempre y cuando el discurso regenerador sobrevuele las fuerzas oscuras y mediáticas que reclaman testosterona y venganza.