Miquel Giménez-Vozpópuli
- Quizá no sea tan nuevo como algunos pretenden
La teoría habla de una sociedad globalizada conducida por una élite en la sombra, un gobierno planetario autocrático, invisible y omnipresente. Un mundo sin más valores que el consumo, la incultura, las bajas pasiones, en el que inteligencia y divinidad están totalmente excluidas. Un planeta donde todo da lo mismo, porque todo es irrelevante, donde las viejas naciones han muerto, siendo sustituidas por megacorporaciones económicas con derecho de vida y de muerte sobre la humanidad. Hablamos, por supuesto, de un mundo acrítico, crédulo, alejado de la realidad e inmerso en paraísos artificiales audiovisuales o químicos o políticos sin valor alguno más que el de estupidizarnos. En esa distopía, el ser humano queda reducido a una mera cifra sin valor alguno, siendo solo un ente destinado a consumir y producir a la vez.
La teoría, continuamos, dice que los resortes ocultos que dirigen la historia han cambiado de paradigma. Si antes se sometía a la masa por la fuerza, bien física, bien institucional, bien filosófica, ahora se la sometería por la castración mental y espiritual. Nos eliminan los dientes de nuestro engranaje dejándonos en pura rueda, que gira más rápido y mejor. Porque esa es otra característica del NOM, la inmediatez, lo fungible, la obsolescencia. Se trata de reducirnos al estado de un niño balbuceante que pide un caramelo y se le debe entregar al instante, porque no conoce más que sus deseos. Con los críos no se razona, piensan. Actúan por impulsos vitales sin más. La sociedad será pavloviana o no será. Es su propósito, reducirnos a masa balbuceante, que atienda solo a sus instintos primarios, sin pensamiento ni espíritu que tiendan a adulterar la bestia que llevamos dentro.
También existiría una clase dirigente, escogida, encargada de beneficiarse de ese inmenso establo repleto de corderos propicios siempre al sacrificio. Es otro aspecto a considerar, el NOM nos vería, según la teoría, simplemente como animales destinados de una u otra forma al matadero. Matadero al que iríamos encantados, porque la mentira sería constante, masiva, convincente, y nadie podría ni sabría discutir lo que desde el poder nos dirían. Nada de especular acerca del Bien o del Mal. Lo que diga el de arriba es lo cierto, aunque choque con toda lógica. Además, pensar siempre da problemas y es mucho mejor seguir al rebaño. He ahí otra consigna del NOM: nada de individualismos, nada de salirse de la manada, nada de experimentar. Quien así obre sabe que se expone a lo peor y, por lo tanto, hay que ser implacable con los que se atrevan. Una economía dirigida por las poderosas corporaciones, una dictadura del trabajo y del pensamiento, el poder en mano de un puñado de personas, sin naciones soberanas, sin considerar al ser humano más que como masa, sin valores, sin Dios. El Gran Hermano por encima de todo.
El Nuevo Orden ni es nuevo ni es orden, afirmo, porque es viejo, porque es caótico en tanto que injusto, porque se fundamenta en la estirpe de Caín asesinando a su hermano
Y bien, ¿en serio creen que ese orden mundial es nuevo? Lo pregunto de manera retórica, porque ni una sola de las cosas expuestas hasta ahora es novedosa. Todas tienen tanta antigüedad como el ser humano, puesto que se basan en el abuso de poder. Si acaso, lo que se pretende ahora desde esos cenáculos que deciden sobre nuestras vidas y que nadie ha votado jamás, es el descaro que pueden permitirse. Épocas han existido en las que debían andarse con un cierto disimulo, pero ahora comprueban a diario que, por más que se extralimiten, la gente no reacciona. La pasividad es total y todos andamos con la cabeza agachada en fila india como en la película Metrópolis, de un Fritz Lang que anticipó lo que está pasando. La pandemia auténtica es de pensamiento y de sumisión.
El Nuevo Orden ni es nuevo ni es orden, afirmo, porque es viejo, porque es caótico en tanto que injusto, porque se fundamenta en la estirpe de Caín asesinando a su hermano, en el Satanás que se alza contra su Señor, en el Fausto que pacta con el Diablo por pura carnalidad. Es el espejo en el cual reflejar nuestra cara más deforme, nuestros vicios más terribles y, lo peor de todo, nuestra inhumanidad ante nuestros semejantes. Insisto, ni es orden ni nuevo. Hace más de dos mil años un niño nacía para recomendarnos de mayor que amásemos a los otros como a nosotros mismos. Jamás le hemos hecho el menor caso. Así que ya lo ven, tan viejo es el orden al que estamos sometidos y del que es imposible escapar como vieja es la llave que nos permitiría abrir la reja que nos mantiene prisioneros de nuestros propios egoísmos.
Pero no lo hemos hecho en dos milenios y los que dirigen el mundo saben que no lo haremos, probablemente, jamás. Es lo terrible de la condición humana. Nos dieron libre albedrío y lo utilizamos en elegir lo malo. No culpen del NOM, por lo tanto, a ese o a aquel grupo. No busquen cábalas ni conspiraciones. Esa es una salida fácil y, permítanme que lo diga francamente, cobarde. La responsabilidad ha sido siempre de todos. También mía, para mi eterna vergüenza.