Tonia Etxarri, EL CORREO, 13/6/2011
La prohibición del acceso de los medios de comunicación al pleno de Lizarza revela el concepto que tiene Bildu sobre la libertad de expresión
Escenificado ya el poder de Bildu en los ayuntamientos, este fin de semana, y en la diputación de Guipúzcoa en cuestión de días, las voces, débiles, muy débiles y escasas, muy escasas, de las víctimas del terrorismo y unos cuantos ciudadanos indignados, aparecen entre el marasmo del nuevo orden municipal para que conste en acta su preocupación ante lo que consideran un retroceso democrático. Una reacción comprensible si se detecta, ante los 123 alcaldes de Bildu y sus 1.138 ediles, una actitud generalizada de resignación en la ciudadanía, en el escaparate, que encubre una preocupación latente ante la nueva forma de hacer política que van mostrando los ganadores en Guipúzcoa y buena parte de Alava.
Que Bildu arrastra carencias democráticas es una constatación que subrayaron muy pocos antes de las elecciones (PP y UpyD) y que ahora, sin embargo, está siendo motivo de lamento y reproches mutuos entre el resto de formaciones políticas. Otro éxito más que se estarán atribuyendo los herederos de Batasuna al comprobar que su mera presencia en las instituciones locales ha provocado ya una fractura en el arco político vasco, que de momento no ha sido capaz de reaccionar en bloque, con perdón del PNV, ante los primeros síntomas de comportamientos impositivos. Las amenazas al concejal popular Carlos García en Elorrio que tuvo que comprobar el mayor de los desprecios de la clác de Bildu que, boicoteó su discurso en cuanto oyó el primer nombre de las víctimas de ETA, habrá dado qué pensar a quienes, ahora, emplazan a la izquierda abertzale a que exija a los terroristas que se disuelvan. La prohibición del acceso de los medios de comunicación al pleno de Lizarza, aparte de provocar la consecuente protesta de las asociaciones de periodistas, deberá merecer de nuestros representantes políticos, sobre todo quienes defendieron que Bildu era una coalición de abertzales “reconvertidos”, un pronunciamiento de denuncia sobre la coacción a la libertad de expresión en este córner de Europa. Mientras esperan y comprueban que tan solo se ha tratado de “excepciones” o “pequeños desajustes”, las respuestas de los representantes de Bildu en las entrevistas más audaces (algunas ha habido) en las que se les ha emplazado a condenar los atentados de la historia de ETA, no han podido ser más reveladoras.
Bildu va marcando el estilo que tanto recuerda a la vieja Batasuna. Las víctimas se sienten agraviadas, aunque su lamento, y lo saben, de poco les sirve. Sus quejas han quedado registradas en su congreso. Teresa Díaz, ayer en EL CORREO, puso negro sobre blanco su indignación ante el empeño político de pasar página sobre sus propias historias, la que ella misma vivió cuando asesinaron a su padre, ante la realidad impuesta de tener que compartir liderazgo “con quienes tantas veces han jaleado el asesinato”. Este es el panorama que tanto desgarro está produciendo entre quienes, al haber perdido a sus seres queridos, ya no tienen miedo en recordar que en San
Sebastián, la ciudad donde mataron a Gregorio Ordoñez, el nuevo alcalde es de Bildu. O en Andoain, el pueblo de Joseba Pagazaurtundúa, el bastón de mando ha cambiado de manos gracias al malabarismo del PNV que votó en blanco incumpliendo su propia palabra. Y la alcaldía pasó de los socialistas a Bildu. La indignación de las víctimas se cruza estos días con los reproches entre partidos de los que el PNV es quien sale, lógicamente, peor parado, al no haber cumplido su intención de votarse a sí mismo en toda la geografía vasca.
No ha hecho lo que prometió. Ni en Lasarte, ni en Trápaga en donde su apoyo manifiesto a la coalición abertzale ha provocado un cambio de timón que traerá consecuencias. Los socialistas le tildan de “mentiroso” y los populares de Basagoiti le acusan de “hipócrita” al haber facilitado la gobernabilidad de una fuerza de quien dudan de su talante democrático. A la vista de la primera vuelta de pactos y negociaciones y a falta de cerrar la segunda con las diputaciones forales sorprende la rapidez con la que Aralar ha cogido el rebufo de la coalición abertzale ganadora tirando la toalla en un claro síntoma de estar resignados a una futura absorción. El PNV que durante tantos años disfrutó en solitario del poder, aunque otros muchos empujaban del carro del nacionalismo, ha visto la ansiedad con la que sus competidores reclaman su parte del pastel. Tiene claro que sus adversarios políticos son los partidos constitucionalistas, pero sabe que si se descuida puede sufrir el famoso “sorpasso” de Bildu que pide cacho a toda velocidad. De momento la combinación de tácticas ha dejado ver un PNV que prefiere no aparecer como adversario de Bildu, una fuerza que le está disputando la hegemonía nacionalista sin contemplaciones pero compensando con regalos en forma de apoyos en ayuntamientos y juntas. Quedan dos años hasta las autonómicas y el choque de trenes abertzales acabará llegando. Ahora comparten fines pero el programa de Bildu está definiendo sus prioridades. Primero, legalizar Sortu. Segundo, la vuelta de los presos. ¿Y en política local? No al tren de Alta Velocidad; gracias. Este es el espejo en el que se tiene que mirar el PNV. La cuestión será comprobar, después de este pulso, quién manda.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 13/6/2011