ABC 22/02/17
· Reniega de su oposición a Podemos porque solo con Iglesias desalojará a Rajoy de La Moncloa
Del «nuevo» Pedro Sánchez ya tuvimos noticia por aquella controvertida entrevista que concedió a Jordi Évole el 30 de octubre de 2016, al día siguiente de abandonar su escaño en el Congreso. Allí dijo cosas sorprendentes para muchos dirigentes del PSOE, entonces todavía afines al exsecretario general, que se llevaron las manos a la cabeza al escucharle una enmienda a la totalidad de lo que había sido su ejecutoria: reconocimiento de que «Cataluña es una nación», tras calificarlo de innecesario, o asunción del «error» de haber calificado a Podemos como una formación «populista». «No sabía la cantidad de gente que quiere renovar la política detrás de Pablo Iglesias», llegó a confesar.
Claro que, en aquel momento, todos evitaron salir al paso porque les pareció más una entrevista «póstuma»; una especie de desahogo personal de quien acababa de ser «derrocado» en el Comité Federal, por usar la expresión que este lunes pronunció en un lapsus el presidente de la gestora, Javier Fernández, que un proyecto de futuro.
El problema es que, cuatro meses después, esas mismas ideas aparecen en el frontispicio del documento «Por una nueva socialdemocracia», que el lunes presentó un Sánchez «resucitado» en loor de multitudes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, ya como candidato a volver a la secretaría general del PSOE y tras haber llenado en sus mítines a lo largo de la geografía. Palabras mayores. Por eso, ayer se encendieron todas las alarmas y salieron en tromba (ver información de la página siguirnte), desde la gestora de Ferraz hasta barones que participaron en la defenestración de Sánchez.
«Cataluña es una nación»
Según algunas fuentes, Sánchez se dio cuenta al día siguiente de su entrevista con Évole del gran error que fue reconocer a las claras que «Cataluña es una nación», algo que contradice la Declaración de Granada del PSOE (2013) y la propia trayectoria del partido. Pero en esta nueva etapa que quiere emprender como secretario general tampoco puede desdecirse. Demasiados vaivenes. De ahí su apuesta decidida este lunes por reformar el artículo 2 de la Constitución –asunto tabú en el PSOE, no solo en el PP– para crear una España «plurinacional», pero sin romper la soberanía única del pueblo español. Nada que ver con la declaración del secretario general del PSOE un 29 de septiembre de 2015 en Antena 3: «No incluiremos el término nación en nuestra propuesta de reforma de la Constitución» porque «Cataluña no tiene un problema de definición».
Sánchez sabe que eso es un desafío en toda regla a la gestora y a la que va a ser su gran rival en las primarias de mayo, Susana Díaz, pero abona su relato de candidato de la militancia –en este caso la del catalán PSC–. Y por eso también ha puesto patas arriba los esfuerzos de la gestora por explotar la «oposición útil» de sus acuerdos con el PP, al señalar en el acto multitudinario del Círculo de Bellas Artes que lo que hay que buscar es «una gran alianza de fuerzas progresistas» con Podemos y los sindicatos. Una estrategia que deriva no solo del reconocimiento del «error» de haber despreciado a Iglesias, sino con su convicción de que el pacto de investidura con Ciudadanos, la única salida que le dejaban los barones con la resolución del Comité Federal del 28 de diciembre de 2015, resultó contraproducente.
El exsecretario general de los socialistas siempre ha sostenido que es falso que pensara alguna vez en ser aupado a La Moncloa con los votos de los independentistas catalanes del PDeCAT y ERC –en su libro Jordi Sevilla ratifica esa tesis–, aunque la actual gestora y los barones críticos estén convencidos de que así fue. Verdad o no, el «nuevo» Sánchez vuelve dispuesto a actuar sin «complejos», como le pidió su hoy ideólogo de cabecera, José Félix Tezanos, el lunes. El aspirante sabe que solo con Podemos le será difícil sumar una mayoría y, si gana a Díaz, no tolerará otro Comité Federal como el del 28 de diciembre de 2015, cuando los barones, capitaneados por la presidenta andaluza, le impusieron la «línea roja» de no pactar con quien quiere romper la unidad del país.
Durante los meses posteriores mantuvo un duro tira y afloja con los barones. Sánchez defendió que sus contactos con el PDeCAT y con ERC no presuponían acuerdo de investidura alguno, pero la suspicacia de unos y otros acabó minando la confianza hasta que desembocó en los sucesos del 1 de octubre.
«Habrá gobierno»
Atrás quedaban otras contradicciones del candidato. El 26 de mayo, un mes antes de las segundas elecciones y ante un nutrido grupo de empresarios, el entonces candidato prometía «para tranquilizar a todos los españoles» que no habría terceras elecciones. «Habrá un Gobierno después del 26 de junio». «Pido que se deje gobernar tras el 26-J a la fuerza que más votos tenga tras de sí», dijo el 16 de junio. El resto de la historia es conocida.