Irune Ariño-Vozpópuli
  • Deben ser más solidarios, pagar más impuestos, renunciar a los beneficios ‘caídos del cielo’. Los ricos están de moda. Para mal

Hablar de los ricos está más de moda que nunca. Últimamente escuchamos que son ellosquienes deben pagar la crisis, que la política fiscal que se hace desde algunos gobiernos regionales les beneficia, que deben ser más solidarios y pagar más impuestos o que están sacando tajada de la crisis y hay que poner límite a los “beneficios caídos del cielo”.

Si pensamos en españoles ricos seguro que nos vienen muchos nombres a la cabeza. Empresarios como Amancio Ortega o Juan Roig, deportistas, artistas… Para algunos rico es quien posee patrimonios de más de un millón de euros y, para otros, quien ingresa más de 60.000 euros al año. Es probable, de hecho, que rico no sea tanto un concepto absoluto como relativo, una cuestión de grado. O que incluso se trate de un concepto relacional, que adquiere sentido en la medida en que existe una realidad opuesta que la define por oposición: el no-rico, esto es, el pobre.

Sea como fuere, los ricos no levantan demasiadas pasiones. Siendo todavía vicepresidente del Gobierno de España, un periodista preguntaba a Pablo Iglesias si los ricos y poderosos eran “tan malos” como los pintaba antes de estar en el Gobierno, a lo que este respondía que eran “peores”, que “ningún rico ni ningún poderoso está dispuesto a aceptar fácilmente una decisión, por muy democrática que sea, que afecte a su riqueza y a su poder”. Las declaraciones de Iglesias son sólo un ejemplo anecdótico, puesto que ni él, ni tampoco su partido, son los primeros o los únicos que vierten este tipo de acusaciones sobre los ricos.

El mayor ejemplo lo tenemos en el contenido audiovisual. Gran parte de series y películas suelen representar a los ricos como avariciosos, egoístas, egocéntricos, como personas sin escrúpulos, sin límites y con el único afán de enriquecerse todavía más. Seguro que a todos nos viene a la mente el personaje del tío Gilito en Pato Donald, o la caracterización de los millonarios que se hace en Pretty Woman, en las películas de James Bond o en el Lobo de Wall Street.

El análisis mostraba que un 36% de los españoles encuestados asignaba rasgos de personalidad negativos a los ricos (personas con activos valorados en más de 1 millón de euros, en este caso)

Tal y como muestran las investigaciones del historiadora y sociólogo alemán, Rainer Zitelmann (202020212022), en general, la opinión general que se tiene de los ricos es parecida a la del ex líder de Podemos.

En su último libro, traducido y publicado en español este mismo año, Zitelmann analizaba las actitudes hacia los ricos en varios países, obtenidos a partir de una serie de encuestas realizadas por la empresa de investigación de mercados, Ipsos MORI, y el Instituto Allensbach de Alemania. El análisis mostraba que un 36% de los españoles encuestados asignaba rasgos de personalidad negativos a los ricos (personas con activos valorados en más de 1 millón de euros, en este caso).

Los españoles manifestaron ser más propensos a realizar valoraciones más negativas que positivas hacia los ricos. El 49% los calificaba como “codiciosos”, el 46% como “arrogantes”, el 41% como “egocéntricos” y el 31% consideraba que “aquellas personas que son muy ricas y que desean cada vez más poder son culpables de muchos de los principales problemas financieros o humanitarios del mundo”.

En cuanto al origen de tal riqueza, el 38% de los españoles encuestados señalaba que “muchas personas ricas sólo consiguen su riqueza a costa de los demás” y el 29% afirmaba creer que su situación se debía gracias a las herencias recibidas. De hecho, el origen de la riqueza suele modular la opinión sobre los ricos. Especialmente los autónomos y emprendedores, pero también actores o músicos, serían quienes los españoles consideran más merecedores de su riqueza. En el lado opuesto estarían los banqueros de rango superior, quienes menos merecerían su riqueza.

Las opiniones sobre las personas con grandes fortunas también varían entre países. España, por ejemplo, se encuentra, junto con Alemania y Francia, entre los que concentran opiniones generales más negativas hacia los ricos, en comparación con países anglosajones como Estados Unidos o Gran Bretaña.

Pero, ¿cómo construimos estas opiniones?

Calidez y competencia

Según el Modelo del Contenido de los Estereotipos (Fiske et al., 2002), las percepciones que tenemos de los demás están moldeadas por dos dimensiones fundamentales: la calidez y la competencia. La calidez es la dimensión moral y tiene que ver con cómo se perciben las intenciones de los demás en su relación con los otros. La competencia es la dimensión “práctica”, tiene que ver con la eficacia y la capacidad que juzgamos en los demás.

Las diferentes combinaciones de estas dos características estereotípicas (ver tabla 1) dan lugar a emociones intergrupales únicas -prejuicios- dirigidas a varios tipos de grupos en la sociedad. La compasión, que se dirige a los dependientes (que percibimos como menos competentes), pero cálidos, la envidia a quienes percibimos como competidores y, consideramos competentes, pero no cálidos y, el desprecio a los grupos externos (porque no los consideramos como “nosotros”) que no vemos ni cálidos ni competentes.

Los ricos son asociados, generalmente, con altos grados de competencia, debido a su elevado estatus y éxito social, pero con bajos niveles de calidez (Liu, Zhang y Hao, 2017). Como hemos visto, se tiende a imputarles cierta frialdad (egoismo, egocentrismo, hipocresia…). Se les respeta pero no se les quiere y, la emoción que suelen despertar en los demás es la envidia. Este estereotipo se encuentra, sobre todo, en países con mayores niveles de desigualdad (Durante et al., 2017).

Las personas nos juzgamos unas a otras desde nuestro primer contacto, a veces incluso antes de que el contacto llegue a producirse. Y, aunque esa percepción se pueda ajustar más o menos a la realidad, define nuestra interacción con los demás y es útil para nuestra supervivencia. Nos da señales que nos permiten identificar y alejarnos de potenciales peligros. Por esto no debe sorprendernos que, si bien la opinión general sobre los ricos es negativa, suele suavizarse cuando conocemos a alguien que pertenece a ese grupo social.

Las investigaciones de Zitelmann que mencionaba anteriormente también recogen este fenómeno. Quienes conocen personalmente a algún rico suelen tener opiniones menos negativas sobre los ricos. En el caso de España, el porcentaje pasaría del 36% al 19%. Sin lugar a dudas, el conctacto suaviza los estereotipos.