El odio los crea…

ABC 11/12/14
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Amaiur y Podemos son hijas de un mismo padre, apuestan por la ruptura y quieren dinamitar nuestro marco de libertades

ES perfectamente lógico el acercamiento de Amaiur a Podemos desvelado por este periódico. Coherente con la ideología totalitaria que comparten. Sumamente inquietante. Ambas formaciones son hijas de un mismo padre leninista, en el sentido más aterrador de la palabra, reniegan de la Transición que hizo posible el paso tranquilo de la dictadura a la democracia, apuestan por la voladura del sistema al que debemos las mayores cotas de libertad y prosperidad jamás conocidas por España, y están convencidas de que ese empeño rupturista justifica cualquier medio. Ambas hunden sus raíces en el mismo odio resentido y ansían dinamitar el marco de libertades que nos cobija.

Baste recordar lo que decía Pablo Iglesias en una «herrikotaberna» de Navarra hace poco más de un año. Exactamente el 6 de junio de 2013:

«La Constitución que se instaura en este país no instaura una suerte de reglas del juego democráticas, sino que de alguna manera mantiene una serie de poderes que, de una forma muy lampedusiana, cambiarlo todo para que todo siga igual, permitieron la permanencia de una serie de élites económicas y también políticas en los principales mecanismos y dispositivos de poder del Estado español. Me gusta contar esto aquí, porque quien se dio cuenta de eso desde el principio fue la izquierda vasca y ETA. Por mucho procedimiento democrático que haya, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española, por muchas cosas que diga la legalidad española».

Por si estas palabras no fueran suficientemente elocuentes, acompañaba a Iglesias en ese cordial encuentro un personaje llamado Sabino Cuadra, actualmente diputado de Amaiur en el Congreso, militante en su día de la ya disuelta Euskal Herritarrok e integrante de diversas candidaturas ilegalizadas por su pertenencia al conglomerado etarra. Un digno portavoz de esa mano manchada de sangre, cuya presencia en el Parlamento, a pesar de su vinculación con la banda terrorista, pone al descubierto que, ante la peor de cuantas amenazas la acechan, esta sociedad se ha desarmado política e ideológicamente hasta el extremo de ignorar las leyes que ella misma aprobó con el propósito de defenderse. En este caso, la de Partidos. Y eso es, con diferencia, lo más grave.

Celebramos, alborozados, que ETA haya dejado de matar, e ignoramos o fingimos ignorar que los asesinatos siempre fueron un medio y nunca un fin en sí mismo. El fin era y sigue siendo la destrucción de la Nación española, paso previo indispensable para la creación de una Euskal Herria independiente a medio camino entre la primitiva Arcadia feliz de alpargata y txalaparta y un trasunto pirenaico de la Albania de Enver Hoxha. El fin era y sigue siendo la ruptura. Y en ese empeño coinciden los del hacha y la serpiente con los chicos de Podemos. ETA mató por eso.

Podemos y Amaiur/Bildu/Batasuna/ETA (tanto monta, monta tanto) comparten anhelos y se disputan un mismo territorio electoral. Un espacio creciente, que va quedándose vacío por incomparecencia política de los contrarios y que guarda la llave del poder en el País Vasco y Navarra, donde empezó la ofensiva que eclosiona ahora en Cataluña. Si unen sus fuerzas y conquistan bastiones esenciales de esas plazas en las próximas municipales, habrán dado un paso de gigante en la estrategia desestabilizadora puesta en marcha con el fin de erosionar hasta romper los pilares que sostienen nuestra débil democracia. Y si nadie les para los pies plantándoles cara en el terreno de las ideas, si no empezamos a llamar a las cosas por su nombre, nada impedirá esa victoria.