Del Blog de Felix Ovejero
«Si hay algo que distingue a nuestras comunidades autónomas de este, nuestro solar patrio, es el inconmensurable esfuerzo que hace cada una de ellas en demostrar unos niveles de idiocia, complejo, e ignorancia, mayores que los de las demás. En el empeño de sustituir las fiestas y tradiciones de origen cristiano, que son patrimonio cultural de todos los españoles independientemente de si uno es o no creyente, por otras inventadas de carácter laico, cada comunidad autónoma, con su banderita, su himno, su presidente y sus veinte mil asesores, directores, subdirectores, chóferes, ayudantes, secretarios, subasesores, subchóferes y subayudantes, se afana cada Navidad en intentar borrar cualquier rastro de tradición cristiana y los elementos comunes en la memoria de todos los españoles, con siglos de historia detrás.
En Asturias, patria querida, tienen el Anguleru. En Cantabria, al Esteru, un leñador barbudo y barrigudo, acompañado de un burro, del que nadie tenía noticia hasta ahora. En Galicia tienen al “Apalpador”; un fulano que toca la barriga a los niños para ver si está llena y en caso contrario, dejarles un saco de castañas. Que no es por nada pero a un hijo, sobrino o lo que sea mío, no le toca la barriga un barbudo que vive en el bosque ni aunque las castañas sean de oro, que hay mucho pervertido por ahí suelto. En Cataluña el “Caga tió”, un tronco que defeca regalos después de haber sido apaleado. En Valencia, cada 7 de enero se celebra desde hace unos años la “cabalgata de las tres reinas magas”, una astracanada en la que Libertad, Igualdad y Fraternidad, que así es como se llaman las susodichas, recorren las principales calles de Valencia para ser recibidas, finalmente, en el balcón del Ayuntamiento por el señor alcalde. Dicen que la finalidad de la performance es la de promocionar el ecologismo, algo que muchos se creerán, habida cuenta de que el 30% de los españoles piensan que el Sol gira alrededor de la Tierra. Los expertos en el asunto me han explicado que esto de las “reinas magas” es el intento de recuperar la “Festa de la Infantesa”, que se celebró en Valencia en 1937 bajo el Gobierno republicano que estaba en la capital del Turia porque había salido de Madrid batiendo varias marcas mundiales de atletismo, como lo cobardes que eran. (Nota: Enviar un correo electrónico al alcalde Joan Ribó para sugerirle que mientras recibe a Libertad, Igualdad y Fraternidad, siente a un centenar de “sansculottes” vestidas de falleras bajo el balcón del Ayuntamiento).
Sin embargo, es en Vascongadas donde llevan años intentando (y en gran medida, logrando) que los feminoides Reyes Magos (insisto; reyes), ataviados con ricos ropajes y venidos de otras tierras, muy lejanas del sagrado suelo vasco, sean sustituidos por Olenchero, un fulano barrigudo, con pinta de pederasta, y de no haberse lavado desde que Espartero y Maroto se dieron el achuchón. El origen de este individuo es, con grandes dosis de invención, una leyenda sobre un carbonero que secuestraba niños, les traía carbón o se los comía al pil-pil (hay varias versiones) perteneciente a zonas muy concretas de Guipúzcoa y el norte de Navarra, provincias en las que el 99% de sus habitantes, jamás habían oído hablar de él. Pero como el nacionalismo necesita fagocitar todo lo que suene a “vasco puro”, todo lo que no tenga que ver con la moruna y concupiscente España, son capaces de fabricar un huevo Fabergé con un fragmento de limonita. Y eso es precisamente lo que han hecho con el olenchero de marras. Le han colocado una novia, Mari Domingui (iba a decir barragana pero me he cortado) aunque no está claro si han consumado o más bien es una relación como la que tuvo Sabino Arana con Tomasa Achicallende. También le han otorgado un lugar de nacimiento: Landecho Goicoa, un caserio del siglo XVI (el más antiguo de Vizcaya) en el municipio de Munguia, ubicado en “Izenaduba Basoa”, un bosque en el que viven amancebados todos los personajes de la mitología vasca. Allí vive Tartalo, un gigante con un ojo que se alimenta de ovejas y churumbeles (como el Polifemo de “La Odisea” pero que le da al chacolí en vez de al vino tinto). También Mari Teiletako, una encantadora mariquita (coleóptero, para que no haya dudas) que recoge los dientes de los churumbeles ikastólicos y los convierte en estrellas (en estrellas vascas, por supuesto). (lo del Ratoncito Pérez es para los hijos de los fascistas); sin olvidar a los simpáticos “galtzagorris”, unos duendecillos que ayudan al olenchero a repartir los regalos.
No importa si has nacido en Baeza, en Almendralejo o en Palazuelos de Cuestaurría; si te despides con un “agur”, dices “Euskadi” y a tus ikastólicos churumbeles, Nube y Cabrón, los regalos de Navidad se los traen el Olenchero el día 24 de diciembre, ya eres vasco (y gilipollas).
Chimpún.