IÑAKI ARTETA – LIBERTAD DIGITAL – 12/01/16
· «Olentzero, Olentzaro u Olantzaro es un personaje navarro de la tradición navideña vasca. Se trata de un carbonero mitológico que trae los regalos el día de Navidad en los hogares del área geográfica y cultural denominada Euskal Herria, conformada por el País Vasco y Navarra (comunidad autónoma y comunidad foral pertenecientes a España) y el País Vasco francés (región histórica de Francia). Su origen está en la zona de Lesaca (Navarra, España)».
Es lo que dice Wikipedia.
En el origen, el Olentzero fue el carbonero que anunciaba el solsticio de invierno y el fin de un ciclo, o el nacimiento de Jesús, según los tiempos. Se le quemaba tras el pasacalles del día de Nochebuena, para destruir lo viejo y simbolizar el renacimiento de la naturaleza y el sol, dejando libre el camino para el nuevo año. Su tradición se circunscribía a la zona entre Gipuzkoa y Navarra y según los historiadores es anterior a la cristanización del País Vasco. Era un personaje borrachín y fumador, en varios pueblos era un estúpido y en otros un monstruo al que los niños tenían terror puesto que con su hoz destripaba en Nochebuena a los que quedaran despiertos.
A finales de los setenta, en el comienzo de la etapa democrática, el recién estrenado poder nacionalista autonómico comenzó a trabajar en su obsesión por vasquizar la sociedad vasca tomando iniciativas muy notables, como la de cambiar los nombres de pueblos y calles. De manera injustificada, y burda en innumerables ocasiones, se repasó uno a uno el nombre de cada pueblo para tunearlos a su gusto. No encontraron resistencia. En el callejero de cada municipio fueron emergiendo plazas de Euskadi, calles Sabino Arana, Lendakari Agirre, etc.
Esa preocupación invasora se extendió a todo tipo de asuntos y llegó a laNavidad. El amplio poder institucional de los nacionalistas les animó a crear tradiciones. Como no había un personaje con características identitarias propias en el País Vasco simbolizando la Navidad y encargado de traer los regalos a los niños, pues se adaptó el viejo y olvidado personaje navarro llamado Olentzero.
La imagen de personaje cargado de regalos que visita las casas de toda Euskal Herria y proviene de tiempos inmemoriales es una falsificación histórica más. No es sólo es una tradición inventada, sino que con su «oficialización» se anula la auténtica historia y tradición del Olentzero. Ahora aparece sin pipa, botella de vino o nariz roja de borrachín, todo mucho más light.
El Olentzero actual es un invento nacionalista mezcla del auténtico, Papá Noel y los Reyes Magos, a los que pretenden sustituir.
Practicando ese tipo de poder que se inmiscuye en nuestras vidas y costumbres para diseñarlas a su manera, los nacionalistas señalan la tradición que hay que restablecer. Su objetivo, como en la educación, son los niños. Ellos se encargarán de arrastrar a los padres en esa sustitución gradual de los Reyes por el Olentzero. Ikastolas, televisión pública, ayuntamientos, fueron el soporte para presentar la novedad (ahora la mantienen) como algo «auténticamente tradicional y nuestro». Muñecos, canciones, libros, películas de animación se han beneficiado del apoyo institucional. Hoy no deja de ser un elemento más de la sociedad de consumo, aunque con rasgos identitarios propios, de manera que la exhibición de los Reyes Magoscon sus figuras colgando en las ventanas de las casas, es ya de «españoles».
Es una tendencia muy del presente la de creer que el mundo ha sido como uno se lo encuentra, a estrenar, sin preguntarse por qué o desde cuándo las cosas que tenemos alrededor, las que disfrutamos o sufrimos, son como son. Ocurre con asuntos más graves, pero por llevarlo al caso, si cuando uno nace, el Olentzero existe, está por las calles, en los escaparates y en las casas, las contemporáneas mentes adanistas dan por seguro que es tradición, que siempre ha estado aquí y forma parte de nuestra innegociable esencia.
Si por el contrario, dentro de, pongamos cuatro años, la figura de los Reyes Magos desapareciera y fuera sustituida por otra figura o ninguna, los jóvenes del momento darán por indiscutible que no existieron nunca. A esta velocidad, con esta falta de análisis retrospectivo, suceden las cosas en la sociedad presente. Estrategias que en un principio parecen absurdas o inanes van haciendo su efecto en las mentes cada vez más reblandecidas de los ciudadanos a la vez que van asumiendo unos nuevos códigos sociales que ubican en el rincón de los fachas a los opositores a tales cambios.
Los auténticos magos en esto de la imposición de tradiciones inventadas y/o la desaparición por decreto de las más auténticas en virtud de caprichos ideológicos nada inocentes, son los nacionalistas y la izquierda radical. La aún vigente creencia en la superioridad moral de la izquierda y el inexplicable respeto reverencial a lo nacionalista, ha abducido sin resistencia a una parte grande de la ciudadanía que «compra» el discurso progresista, innovador, restaurador y hasta cachondo de estos nuevos gurús. En sus rancios propósitos, los símbolos nacionales y los católicos son los objetivos prioritarios a borrar del mapa. Estamos inmersos en una guerra cultural y matar a los Reyes sólo es el comienzo.
IÑAKI ARTETA – LIBERTAD DIGITAL – 12/01/16