Los 45 días de crisis institucional en Murcia han supuesto un examen para Ciudadanos. Su decisión de dar por roto el pacto autonómico con el PP lo situó en el alambre: cómo hacer para no mantener a un presidente imputado, como recogía el primer punto del pacto de gobernabilidad, sin hacerse una foto con PSOE y Podemos que lastrara todo su futuro político. No quería tripartito y esa era el arma del PP para presionarlo, lo que situaba a Cs en una pirueta política sin red. Pero presionado por el PP y la oposición, el partido afianzó su órdago la noche del lunes.
La crisis de Murcia la han gestionado Fernando Martínez-Maíllo, coordinador general del PP, y José Manuel Villegas, secretario general de Cs. Este telefoneó al popular a última hora del lunes para confirmar que no reculaban. Villegas transmitió que Ciudadanos iba a apoyar la moción de censura propuesta por el PSOE que se debía votar este jueves, renunciando a su exigencia de elecciones a los seis meses. Sólo pedían a los socialistas olvidar a Podemos y sus medidas programáticas. Apenas unas horas antes, el secretario de Organización de la formación morada, Pablo Echenique, había asegurado ya que «la opción de entrar en un Gobierno en Murcia no está encima de la mesa».
Villegas transmitió así a Maíllo que no cedían, que la moción iba a salir sí o sí. Que si Sánchez no dimitía, caería. Y eso que Ciudadanos ha solventado esta crisis escondiendo su voto, sin desvelar públicamente qué votarían en la moción del PSOE si los socialistas no aceptaban la condición de elecciones.
«Murcia no tendrá un presidente imputado», clamaron en varias ocasiones los dirigentes naranjas, mientras el PP mostraba su respaldo a Sánchez. El pulso con los populares viajó de Murcia a Madrid y derivó en una confrontación entre dos socios de Gobierno. Rivera apostó por focalizar en Rajoy la culpabilidad de la crisis. Lo hizo ayer por última vez: «Rajoy no puede seguir escondiéndose, es el culpable de la crisis. Siempre protege a los imputados en vez de echarles», dijo cuando ya conocía que Maíllo viajaba a Murcia para certificar el relevo de Pedro Antonio Sánchez. En realidad, Rivera usó la crisis murciana como munición para atacar a Rajoy por su «inacción» con la corrupción y para marcar distancias y diferenciarse del PP. En la dirección de Ciudadanos, el fantasma de una fagocitación por los populares recorre a menudo los pasillos.
«No nos creíais, ¿eh? Hay que cumplir con lo que se firma», fue el comentario ayer de un dirigente próximo a Rivera. «Ha pasado lo que tenía que pasar. Regeneración y estabilidad». Ciudadanos ha tomado la decisión de no rebajar el acelerador con el PP en los temas de regeneración y lucha contra la corrupción. Lo advirtió aliándose con PSOE y Podemos para crear en el Congreso una comisión para investigar la caja B de los populares, ante la negativa de estos a cumplir pese a haberlo firmado en su pacto. Y lo ratificó en la noche del lunes con el asunto de Murcia. La explicación está en las urnas. Su electorado viene en su gran mayoría del desencanto con el PP. Ciudadanos explota la regeneración para buscar su espacio político, aún sin tierra firme.
Martínez-Maíllo suele bromear a veces con que habla más con Villegas que con su mujer. En ellos han delegado Rajoy y Rivera para los contactos diarios. La relación del presidente con el líder de Ciudadanos tiene algo de oblicua. Conversan a veces pero no siempre se entienden.
El PP mantuvo siempre la interlocución abierta con Ciudadanos para convencerles de que no apoyaran la moción de censura. En muchos momentos pensaron que lo conseguirían. Que cambiarían de opinión como han hecho otras veces. La «partida de póker» en Murcia se presentaba larga y ellos habían previsto casi todas las jugadas. Pero a última hora apareció en la mesa una carta descontrolada, procedente de la Audiencia Nacional.
Los populares, según fuentes de la formación, tuvieron el lunes la «certeza» de que Cs iba a apoyar la moción. Pero lo que «cambió todo» fue la exposición motivada del juez Velasco, instructor del caso Púnica, pidiendo al Tribunal Superior de Justicia de Murcia su imputación por tres delitos. Velasco, aseguran, «ha ayudado mucho, casualmente». Su petición dejó sin argumentos al PP ante Ciudadanos. Ya no era una investigación judicial. Eran dos. Sobre el caso Auditorio, en el entorno de Sánchez defendían que se archivaría en unos días o unas semanas. Pero sobre Púnica no tenían nada que objetar. Su recorrido judicial es difícil de aventurar.
Mientras a lo largo del día siguieron los contactos con Ciudadanos, el PP puso en marcha su propio proceso para llevar de la mano a Pedro Antonio Sánchez a la dimisión. Llevaban una semana tonteando con que a última hora podría renunciar, dejando claro que «apoyamos a Pedro pero no vamos a perder el Gobierno de Murcia». Pero Sánchez se resistía. «El PP de Murcia está enrocado», admitían en el partido. Ayer el tapón saltó. Dos investigaciones eran demasiado. Así no había manera de que cediera Cs. El presidente murciano aceptaba irse con la condición de nombrar a su sucesor. Por la tarde, en el PP de Murcia ya admitían su renuncia. ¿Ha ganado el pulso Rivera? «La cuestión no es Rivera, sino no peder el Gobierno».