Ignacio Marco-Gardoki-El Correo
La primera prioridad continúa localizada en el frente sanitario. De momento, con más 500 muertos cada día, es difícil hablar de nada que se parezca mínimamente a la normalidad. Pero luego, quizás antes de lo que pensamos, deberemos marcar las prioridades entre los problemas que se acumulan de manera apabullante. Hay muchos que piensan que el Estado puede con todo y hay bastantes más a los que les encantaría que el Estado pudiese con todo. Circula por la red un video en el que, el hermano de un ministro, asegura que como el Estado puede fabricar dinero, nos puede pagar a todos el salario. Vaya por Dios, ¡cómo no se nos había ocurrido antes! Podríamos decretar la coincidencia entre la mayoría de edad y la edad de jubilación. ¿Se imagina una felicidad mayor?
Pues no, el Estado no puede con todo. Ni siquiera con casi todo. Va a tener que pagar los ERTEs de cientos de miles de personas, el paro normal enormemente incrementado como consecuencia del parón de la actividad, los gastos sanitarios, incluidos los extras que corresponden con la lucha contra la pandemia. Además, claro está, de las pensiones, los sueldos de los funcionarios y el larguísimo listado de cuestiones que hemos depositado en él. Pero hay más cosas. Los sectores relacionados con el turismo necesitan ayudas para pasar la travesía del enorme desierto que se abre a sus pies. Los contratistas necesitan inversión pública para subsistir, el comercio necesita ayudas para compensar el cierre de los establecimientos, la cultura necesita ayudas para evitar el colapso y así un etc., interminable.
Parto de la base de que el Estado no puede con todo. Y si alguien tiene dudas al respecto, puede darse una vuelta por las previsiones económicas, por ejemplo las recientes del FMI. Las cifras de incremento de los déficits y de la deuda públicos son terribles. De momento el Banco Central Europeo se esmera en la recompra de las emisiones nacionales, lo que evita el disparo de las primas de riesgo, pero ¿quién, cómo y en base a qué criterios va a establecer las prioridades de actuación del Estado? ¿Se va a hablar de ello en las reuniones que se anuncian? Imagino que sí. ¿De qué hablarán, si no?
Pero entonces me asalta otra duda. ¿Tiene este Gobierno la coherencia interna necesaria para establecer un plan único que concite, además, el apoyo de un número suficiente de partidos? Si me lo pregunta a mí, le diría que no. Espero estar equivocado. En el acierto de la lucha sanitaria, nos jugamos la vida de muchas personas individuales. En el acierto de las medidas para la recuperación económica, nos jugamos la vida económica, nos jugamos la vida social del país. Buenos retos.