Massimo Cermelli-El Correo

Así como el agua busca su propio camino el comercio internacional intentará dibujar durante los próximos años su nueva organización tras el anuncio de Donald Trump de introducir un arancel mínimo del 10% sobre todas las importaciones a partir del 5 de abril. Ursula Von der Leyen ha resumido este momento con una frase que explica gráficamente el panorama futuro de la economía mundial: «No parece haber orden en el desorden».

Sí, porque de eso se tratará, de poner orden en el desorden durante los próximos años para dibujar una nueva globalización donde la primera economía mundial, de manera unilateral, ha decidido lanzar un órdago al resto del mundo, dando el pistoletazo de salida hacia un nuevo orden mundial.

Esta decisión desafía el equilibrio del sistema multilateral que se ha venido construyendo tras la Segunda Guerra mundial y sienta las bases para repensar no solo la globalización, sino la nueva organización económica de las próximas décadas.

Los mercados financieros han reaccionado claramente de forma bajista, así como el oro ha continuado su subida imparable desde hace unos meses, tras el anuncio de la victoria de Trump en las elecciones de noviembre. Si a eso se le añaden las fluctuaciones del dólar y la huida de las inversiones desde Estados Unidos, todo apunta a que el escenario macroeconómico americano sufrirá durante este año una clara contracción de la demanda agregada acompañada de un repunte de la inflación. Lo que más bien supone un escenario de estanflación debido a la introducción de un impuesto indirecto al consumo vía aranceles.

Hay que entender todo este proceso en el que el ‘profeta americano ha bajado del monte con las tablas de la ley’, en el sentido más escenográfico del término, como un momento de renegociación del orden del comercio mundial en el que, según una lógica claramente empresarial, habrá que ir negociando de forma bilateral con el ‘Presidente’ para paliar los efectos negativos de dichos aranceles.

Es decir, los aranceles que ha entregado ayer Donald Trump al mundo entero son un tablero sobre el que empezar a dialogar para alcanzar acuerdos y compromisos que hasta ahora no se habían contemplado. En este sentido el arma de la diplomacia es la mejor herramienta que los gobernantes deberían sacar en los próximos meses para evitar el declive de las economías mundiales y de los beneficios que la globalización ha proporcionado a la historia durante estas últimas décadas.

No existe alternativa a la diplomacia para neutralizar los temores de una guerra mundial comercial. En este momento cualquier decisión impulsiva y emocional descuenta el riesgo de costes futuros muy elevados. Es por eso que esta situación de inestabilidad e incertidumbre necesita de clases políticas que, conscientes del desorden comercial, sepan poner orden y reconducir las exigencias políticas de un nuevo presidente que está cumpliendo con todas las promesas de la campaña electoral americana.

Necesitamos de un orden en el desorden y solo podremos encontrarlo si somos capaces de entender que esta situación puede llegar incluso a ser una gran oportunidad para un nuevo orden comercial.