Esta revolución democrática de los árabes nos ha pillado a todos con el pie cambiado. ‘Algo se mueve’ en el mundo árabe y se mueve de verdad, no como en ETA y en Batasuna. Se mueve a largo plazo y van a cambiar muchas cosas en él durante los próximos años.
Se ha repetido mucho estos días que la movida democrática del mundo árabe ha pillado a nuestra izquierda con el pie cambiado y es un hecho obvio. Como lo es también que a quien más le ha pillado con el pie cambiado es a la extrema derecha y a quienes hasta ahora han basado buena parte del discurso contra la inmigración en el miedo al peligro del fundamentalismo islámico. Lo lógico sería que quienes padecen esa clase de temores a la colonización musulmana estuvieran tirando cohetes ahora que ven que surge en ese bloque -menos compacto de lo que parecía- un nuevo norte utópico de signo claramente ilustrado, occidentalista y antitético del horizonte ideológico de la media luna. Lo lógico es que los partidos racistas y xenófobos hicieran en estos días algún acuse de recibo ante este inesperado fenómeno revolucionario aunque solo sea porque en él está, paradójicamente, la verdadera amenaza para dichos partidos desde el momento en que desarticula de repente y vuelve extemporáneo un tramo nada despreciable de su argumentario.
No es que la amenaza fundamentalista haya desaparecido, pero sí que ha hallado una respuesta demoledora en su propio suelo y que no tiene abonado, en la pobreza y el subdesarrollo, todo el terreno que hasta ahora se pensaba que tenía. O sea que los parias de la tierra hoy ya han comprendido que hay otras salidas a su dramática situación que no son el paraíso de Alá y que, a la vez, los ricos planetarios, Estados Unidos y la Unión Europea, están entendiendo también -muy rápidamente por suerte- que empiezan a dejar de ser imprescindibles los Gadafis ‘laicos’ y los servicios que hasta ahora nos vendían como muros de contención del integrismo o guardias jurados del petróleo.
En realidad, con el pie cambiado nos ha pillado a todos esta revolución democrática de los árabes, pero, aparte de autoflagelarnos, también podemos celebrar que hayan sabido reacionar con rapidez los Obama, los Sarkozy y los Cameron al adelantarse a todos a la hora de apoyar al Consejo Nacional libio. ‘Algo se mueve’ en el mundo árabe y se mueve de verdad, no como en ETA y en Batasuna. Se mueve a largo plazo y van a cambiar muchas cosas en él durante los próximos años. La estupidez de Bush de unir contra Occidente en una bandera común a los que estaban eternamente divididos la están corrigiendo la propia realidad y el tiempo. Y es previsible que los sucesivos cambios en esos países modelen, secularicen y modernicen también la mentalidad de la inmigración teocrática, que perderá el referente islámico de su lugar de origen. Los que no cambian son los forofos de la hija de Le Pen. A esos -y no solo a la izquierda- sí que les ha pillado todo esto con el otro pie cambiado. Y es que por mucho que suba la intención del voto racista en las encuestas francesas, su discurso es lo contrario a las democracias emergentes del bloque árabe. Es el pasado.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 14/3/2011