ABC 28/07/17
IGNACIO CAMACHO
· Con el crecimiento al 3% y un vuelco histórico del paro, sólo la cuestión catalana le puede amargar a Rajoy el verano
HAY un tres por ciento virtuoso, bien distinto del de las mordidas del nacionalismo catalán, en la política española. Se trata, décima arriba o abajo, del crecimiento consolidado del PIB en el que Rajoy asienta su mayor logro: la recuperación económica. Los datos son tan incontrovertibles que la oposición ha tenido que cambiar de argumento y pasar del relato de la catástrofe social al de la precariedad de los contratos y la escasez de los sueldos. Ayer, tras pasar con cierto desahogo el trámite de su declaración en el juicio Gürtel, el presidente sacó pecho con una EPA histórica de 375.000 nuevos empleos. Tenía el calendario de final de curso diseñado para irse de vacaciones con los deberes hechos. Sólo el conflicto de Cataluña, que no se tomará descanso, le puede ocasionar sobresaltos agosteños.
A su manera, con ese trantrán resistente del que ha hecho un estilo, el jefe del Gobierno ha salvado el primer tramo de esta legislatura a base de piruetas y equilibrios. Tiene cerrado un presupuesto y medio que le asegura al menos otro ejercicio. Las cifras son optimistas y los socios europeos le conceden flexibilidad para cumplir los objetivos. Se ha resignado a no poder legislar –la vuelta de Sánchez es su principal decepción de este período– pero las grandes reformas nunca han sido la pasión del marianismo. Y el poder desgasta más a quien no lo tiene porque fuera hace mucho frío.
El punto débil de este Gabinete sigue siendo la corrupción, pero Rajoy se ha acostumbrado a gobernar con ese flanco descubierto. Su percepción es bien distinta a la de la opinión pública, cuyas sacudidas y espasmos contempla con enorme distanciamiento. Lleva ocho años lidiando con el caso Gürtel y cinco con el de Bárcenas, y cree que aún puede estirar la faena por el pitón derecho. Tico Medina dijo ayer que torea como El Cordobés, haciendo el salto de la rana, pero en realidad su estrategia se basa en una variante de la suerte del Don Tancredo. Aguanta las embestidas balanceándose y se queda de pie como un tentetieso. Cualquier día lo puede alcanzar una cornada pero a estas alturas ya no tiene otra opción que exponerse a ese riesgo.
Al presidente sólo le preocupan de verdad dos asuntos: la economía y la cuestión catalana, la estabilidad social y la integridad del Estado. La recuperación ya no es objeto de debate; la productividad avanza a todo trapo y se ha producido un vuelco radical en las estadísticas de paro. Queda pendiente el salto cualitativo del alza salarial, esencial para equilibrar el reparto, pero los desempleados de 2013 son ahora la mitad y no hay modo de nublar ese dato. Con el frente laboral apaciguado, el desafío soberanista se presenta como el primer problema nacional a corto plazo. Y en la política actual, donde los éxitos son tan volátiles y la autosatisfacción tan peligrosa, el Gobierno no va a tener margen para descansar en verano.