Santiago González, EL MUNDO, 6/4/12
Euskal Herria es una pasión inútil, un hallazgo literario que se teje y se desteje en la indefinición permanente de Penélope, una ilusión que se alimenta de sí misma como el tren de los hermanos Marx en el Oeste o un ideal que se nutre de sus propios hijos, como el Saturno de Goya.
ETA ha hecho saber a sus presos en una circular que el PP busca alargar el proceso para llegar a una solución vacía, lo que no impide que en los próximos meses se produzca «algún gesto positivo» en materia de presos.
O sea, una cosa y su contraria, que ambas laten en la acusación al Gobierno de no haber cumplido los compromisos del anterior Ejecutivo, no con ETA, ojo, sino con otros agentes, en materia de presos y de la legalización de la izquierda abertzale. Es todo volver al punto del que no nos habíamos movido. Consideraron fallido el proceso de paz de 2006 a los tres meses, porque José Luis había faltado a su palabra. ¿Era razonable pensar que el Gobierno del PP iba a ser más fiel a la palabra del PSOE que el Ejecutivo de Zapatero?
Misterio, pero no es el único. Otro es que los presos de ETA hayan comenzado un debate para resolver si quienes hayan cumplido los tres cuartos de su condena pueden aceptar la solución individual de la salida, un asunto que ya tenían resuelto desde finales de los años 90 mediante una interpretación de la legalidad consistente en recitar el credo a partir de Poncio Pilatos.
La izquierda abertzale siempre ha pretendido que el cumplimiento de los tres cuartos de la condena bastaba para la excarcelación, cuando nunca ha sido así. Era una condición necesaria, pero no suficiente. Faltaba además que el recluso aspirante tuviera un pronóstico de reinserción favorable de la Junta de Tratamiento Penitenciario, hubiera colaborado con las autoridades, observado un comportamiento ejemplar (nada de huelgas de hambre, plantes, motines, por no hablar de intentos de fuga) y accedido al tercer grado penitenciario. O sea, todo lo que ETA prohibía a los integrantes de su Frente de Makos. El problema lógico mayor, sin embargo, sigue siendo el hecho de que estas decisiones individuales se tomen en asamblea, que una organización que ha anunciado el alto definitivo de sus acciones terroristas tenga capacidad de decisión sobre las actitudes individuales de sus presos. Puro oxímoron, la expresión de una lógica que definía el coro de los doctores de la zarzuela El rey que rabió: «Todos estos signos pruebas son de rabia,/ pero al mismo tiempo signos son, tal vez,/ de que el animalito no tiene sed».
Dirán que esta curiosa epistemología se está contagiando a los partidos, pero es natural, después de todo. Todo el asunto tiene un tufo que apesta a género menor, zarzuela, dicho sea sin segundas. Una comedia bufa, una españolada.
Santiago González, EL MUNDO, 6/4/12