El pacto

ABC 29/08/16
JOSÉ MARÍA CARRASCAL

· El pacto PP-Ciudadanos es bueno para ambos y bueno para España. De hecho, se complementan

ESO que Goethe llamaba «las afinidades electivas» sirve tanto para la política como para los sentimientos. El genio de Fránkfurt del Meno lo metabolizó en una novela donde mezclaba química y amor. Rajoy y Rivera lo han cristalizado en un pacto que mezcla afinidad e intereses. Un pacto en el que ambos han tenido que ceder, como son los verdaderos pactos, pero beneficioso para ambos. Quién cedió más será motivo de debate. A primera vista, da la impresión de que ha sido el PP, pero hay que tener en cuenta que, siendo el mayor, era quien debía ceder. Mientras Ciudadanos corría el peligro de ser deglutido, y más de uno se lo reprochará. Es también verdad que «la política hace extraños compañeros de cama». Pero no menos cierto es que la mayoría de tales «encamamientos» han terminado a bofetadas y que siempre es más fácil entenderse con alguien que comparte tus ideas, objetivos y actitudes, como es el caso de Ciudadanos y el PP. Habrá quien piense que, de haberse puesto de acuerdo tras el 20-D, nos habríamos ahorrado los ocho meses de incertidumbre desde entonces. No lo creo. Los dos partidos reunían entonces 163 escaños, lejos de la mayoría absoluta. Sin que nadie estuviera dispuesto a apoyarles. Hoy están más cerca de ella y, sobre todo, hemos aprendido mucho en esta larga espera. Lo primero, que Podemos no es tan fuerte como creíamos, mientras el PP es más sólido de lo que pensábamos. Luego, que la recuperación económica ha continuado su marcha pese a la provisionalidad política. Pero que no puede continuar indefinidamente debido a los compromisos interiores y exteriores. Hemos tenido más suerte que cordura y no conviene abusar del destino.

Poniendo la mano sobre los ojos para que no nos deslumbren los acontecimientos inmediatos, pienso que ha ocurrido lo mejor que podía ocurrir. El pacto PP-Ciudadanos es bueno para ambos y bueno para España. De hecho, se complementan. Ciudadanos da al PP la oportunidad de gobernar «bajo vigilancia», a fin de no cometer los errores cometidos, sobre todo en el terreno ético, y el PP da a Ciudadanos la oportunidad de influir decisivamente en el gobierno de España en un momento crítico para ésta, para Europa y para el mundo. Podría incluso añadirse que da a Rajoy la coartada para hacer las reformas a las que su ala más conservadora se opone.

Naturalmente, para eso necesita poder gobernar, lo que requiere el apoyo de terceros, que, hoy por hoy, no están dispuestos a ello. Bien al contrario, están dispuestos a hacer cuanto esté en su mano para evitarlo. Lo que significa que todos los esfuerzos, negociaciones y horas invertidas pueden irse al agua cuando se vote la investidura de Rajoy. En el Congreso le esperan todos los que quieren no sólo darle un palizón dialéctico, sino también impedirle gobernar. Me refiero a socialistas, podemitas y nacionalistas. Cómo iban a gobernar ellos no nos lo dicen, posiblemente por no saberlo. Pero su cabreo ante el pacto PP-Ciudadanos es la mejor prueba de la bondad del mismo.