El fenómeno astronómico del paralaje (desviación angular relativa a un objeto visto desde dos puntos distintos) produce, por ejemplo, en el observador terrestre, un efecto óptico que hace que dos focos luminosos, como puedan ser dos estrellas, parezcan estar muy cercanos entre sí, si ambos permanecen, a su vez, muy alejados del punto de vista del observador.
Dicho de otro modo, a medida que nos alejamos de dos objetos, la distancia entre ellos, aunque permanece invariante, parece menor, hasta el punto (límite) de que, incluso, pueden parecer el mismo objeto (Alfa Centauri parece una estrella, desde la Tierra, cuando en realidad son tres); y al contrario, a medida que nos acercamos a dos objetos que de lejos parecían contiguos (o incluso que parecían ser el mismo), más fácilmente percibimos la distancia que existe entre ellos.
Lo curioso es que, según nos hemos ido alejando del franquismo, este fenómeno del paralaje no se ha disipado, y se siguen viendo como cercanos determinados posicionamientos ideológico-políticos cuya afinidad sólo tenía su razón de ser, hace ya 45 años, en su oposición al franquismo.
Es por esto por lo que creemos que el franquismo sigue en España más vivo que nunca, en tanto que némesis de la democracia de española, justificando con su presencia el acercamiento de posiciones que, de otro modo, estarían muy alejadas (como alejada está, por ejemplo, la socialdemocracia alemana del separatismo bávaro).
Así, la socialdemocracia española siempre se ha visto cercana al nacionalismo fragmentario, encubriendo su naturaleza separatista, por tener ambas las mismas aspiraciones de buscar acabar con el franquismo.
Esta comunidad de intereses producía una impresión (como la que produce el paralaje) de que socialdemocracia y nacionalismo se fundían en el mismo punto -de hecho lo hicieron, por ejemplo, en el programa de PSC del año 1976- por su alejamiento total del franquismo, y su plan de terminar con él.
Sin embargo, mientras que los fines de la socialdemocracia española, en su lucha contra el franquismo, eran los de la “restauración” de la democracia en España, los fines del nacionalismo, en esa misma lucha contra el franquismo, eran los de transformar partes regionales de España en todos nacionales (lo que supone, claro, a la postre, la descomposición de España).
Es decir, mientras que socialdemocracia (también el comunismo, etc.) se dirigían contra el franquismo en España (sin un plan claro de descomposición de la misma), el nacionalismo lo hacía contra España en el franquismo, y que después continuó con la democracia. Y es que mientras que la lucha contra el franquismo carece de sentido cuando este da paso a la democracia de partidos, la lucha contra España persiste con sentido pleno mientras España persista, aún desaparecido el franquismo.
Lo curioso, insisto, es que siga siendo cultivado el “antifranquismo” como punto de referencia que acerca, por efecto del paralaje, a nacionalismo y socialdemocracia hasta el punto de, de nuevo, llegar a confundirlos en pactos de gobierno, o de otra naturaleza (por ejemplo, en el pacto con Bildu para la derogación de la ley de reforma laboral del PP), que se siguen justificando como pactos que permiten evitar la vuelta a “tiempos pasados” (y ya todo el mundo sobreentiende).
También la astronomía da cuenta de fenómenos similares a este, por los que una estrella, aún desaparecida, sin embargo, sigue siendo vista porque su luz sigue propagándose hasta llegar al ojo del observador. Así, la luz del franquismo, aún muerto Franco, sigue brillando en la ideología “antifranquista” del PSOE y de Podemos para justificar cualquier cosa contra aquellos a los que, al parecer, “les gustaría” dar un “golpe de Estado” para, naturalmente, volver al franquismo.
La socialdemocracia española necesita, en fin, la némesis del franquismo como punto de referencia ideológico para, todavía, aprovechando el paralaje, seguir abrazándose al separatismo. Y es que, por supuesto, contra Franco se pacta mejor.